6/11/2008

Calaveras del 50

Al pasar los primeros minutos de “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”, aparecen en pantalla un George Lucas, como apoyo logístico, y Steven Spielberg, como el encargado de moldear el film con todos estos materiales. Sólo el nombre de estos directores-productores prometía una entrega a palco lleno.
Los reyes del cine comercial atinaron una vez más, aunque a este tren la faltó algo más de velocidad. El mismo tren supersónico que aparece en una de las primeras secuencias, cuando Indiana Jones logra escapar de los espías soviéticos en plena Guerra Fría de 1957. El profesor Jones, fiel a sus estudios de arqueología, escapa del yugo de la política contingente, pero es despendido de su puesto en una universidad.
Entonces se inmiscuye en una acción de honor al ir en rescate de un viejo colega perdido en la selva de la Amazonia, quien iba en búsqueda de la mítica calavera todopoderosa. Y los soviéticos conocen de memoria esta leyenda. Las cartas de Indiana Jones estaban puestas sobre la mesa.
Imposible sustraerse al ritmo de acción de las numerosas versiones de “La momia”, como si hubieran calcado cada centímetro de sus secuencias. Si hasta el final es una toma sacada con calco, cuando la pirámide es engullida por una tormenta apoteósica. El director de “La lista de Schindler” prometía más.
Sin embargo, el film cumple con su acometido que es servir de vía de escape, sin mayores pretensiones que las de entretener. Supe que uno de sus efectos colaterales fue mejorra el turismo del Perú, y cómo no si la película vuelve sobre la idea que en este rincón del mundo está todo lo exótico y oculto, como una matriz frondosa capaz de parir riquezas de oro a destajo.
Faltó el aporte humorístico, utilizando recreaciones de un tipo de cine ya en desuso. Viejos los actores, vieja la trama, viejas las palomitas de maíz confitadas que no paraban de rechinar a mi alrededor. Cuando todos creen que pasada la ciencuentena, los actores están obligados a aceptar papeles honda dalai lama, aquí vemos a un Harrison Ford saltando por los aires y besando a actrices tan viejas como él.
Lo repito, acá faltó una pizca de humor corrosiva. Las manos detrás de esta realización reivindicaron su derecho a no ser tildados de viejos gagás, pero se quedan en la autocomplacencia de volver sobre lo mismo, lo seguro, con algo de clases de historia sudamericana repletas de clichés y gags a que nos tienen acostumbrados durante décadas.

5/26/2008

Amor sin sacarina

Ella es una chica ingenua y olvidadiza, hija de un adinerado ejecutivo de la construcción. Él es un arquitecto dedicado a labores menores de albañilería. Ella decide conquistarlo a como de lugar aunque deba enfrentar la negativa de su propio padre.
Hasta ahí, una historia romántica como muchas, salvo que está ambientada en Corea del Sur (el amor no conoce fronteras). Este exceso de romanticismo hacia la mitad del film conlleva todo esa carga emocional impregnada en esa novela corta llamada “Nada menos que todo un hombre” de Miguel de Unamuno, pero John H. Lee, el director de “A moment to remenber” tenía preparada otra dosis directa a la yugular para llorar a mares.
La joven descubre que padece del mal de Alzheimer y que pronto no recordará siquiera lo que hizo hace un minuto. Los sueños de la pareja de enamorados se desmoronan, aunque poseen todo el coraje para que la relación se mantenga a flote salvando los últimos jirones de la memoria averiada con papeles y fotografías, nombres y fechas desperdigados por toda la casa a fin de retener a punta de alfileres los mejores recuerdos.
Si hay quienes piensan que los orientales trabajólicos eran unos energúmenos fríos sin tiempo para cuestiones del corazón, se equivocan. Los relatos de Corin Tellado se quedan mudos ante esta avalancha de dramatismo en estado puro, un amor en la era de la globalización amparado con boleros cantados en español y un estilo de vida muy cercano al nuestro.
Si “Ghost” es el film romántico más visto en la historia del cine americano, “A momento to remember” está llamado a convertirse en una cinta de culto en la temática del drama pasional, sin quebrarse los sesos en los recovecos del alma enamorada. Sólo es la radiografía de una historia cautivante, que une elementos actuales, con un ritmo limpio en aras de ese viejo sentimiento que a veces ni los más jóvenes se dan el tiempo de prestar un poco de atención.
Por nombrar sólo un ejemplo: cuando en un estado de lucidez, la joven se percata del sufrimiento que ocasiona a su amado, lo abandona. Pasan los días sin saber de su paradero, pero una carta permite que el joven la encuentre recluida en un asilo; entonces prepara una visita al mismo local donde se conocieron, con la presencia de todos los personajes que rodearon a la pareja. Entonces ella mira a su alrededor, vuelve en sí, y pregunta si no está ya en el mismo cielo.

5/22/2008

Novias de ultramar

Grecia, 1922. Un fotógrafo tomaba registros de la guerra turco griega y, al verse desplazado por otro profesional, decide regresar a su país en barco. En la nave se encuentra con una tripulación de 700 mujeres llamadas “las novias”, un contingente humano acostumbrado a cruzar el Atlántico para desposar a los emigrantes griegos de Norteamérica.
En la travesía se desenvuelven situaciones imprevistas como la historia romántica entre el fotógrafo y una costurera griega, la sordidez de la prostitución, la trata de blancas, la amistad, el engaño y la fuerza de las costumbres que hagan perdurar la cultura helénica más allá de los confines de su territorio.
Un film que nos llega a través del Festival de Cine Europeo en un itinerario que recorre las principales ciudades del país. “Novias”, de Pantelis Voulgaris, se suma a una serie de clásicos del cine griego como “Zorba el griego” y la más reciente “Casamiento griego”, cuyas temáticas están unidas por esa férrea oposición a subyugar aspectos claves de esta cultura a la marea fluctuante de la vida moderna.
“Novias” está envuelto en un ambiente asfixiante por los avatares de un grupo de mujeres griegas y rusas confinadas en un barco, obligadas a acatar las órdenes de un puñado de hombres acostumbrados a ejercer el poder y, como en la carrera alocada de un espermio, las mujeres que desean alcanzar la felicidad y el respeto social por medio de las promesas redentoras del matrimonio.
El abuso de poder sobre el género femenino se una la lucha de clases mediante la ridiculización de una burguesía solazada en representaciones simplonas de la cultura helénica, de mucho caviar y champaña, salvo la aparición de una especie de “hada madrina” cuyo rol no queda del todo explícito ni su incumbencia en la historia romántica demasiado clara.
Una temática que desenmascara los contratos de matrimonio por encargo (antes, un barco; ahora, internet) con heroísmos y mujeres que van conformando un extraño realismo mágico al estilo griego como la vez que el cabello de la costurera encanece de la noche a la mañana, como si fuera una maldición.
Un agradecimiento a la Pontificia Universidad Católica de Chile, Comunidad Europea y Chile Films para traer a estas latitudes tres films que muy difícilmente habrían pasado la barrera de la cartela comercial.

5/07/2008

Pequeño Genio

Escrita hace más de 150 años, Oliver Twist se ha convertido en un referente de la literatura crítica a la injusticia social, la pobreza y la bajeza humana que se vive en las grandes ciudades. Tal parece que el mundo ha cambiado bien poco desde entonces.
Aunque “Mi nombre es August Rush”, de Kirsten Sheridan, conserva gran parte de las temáticas principales que caracterizan a su partner Twist, como el hecho de ser un niño huérfano ingenuo que se enfrenta a la metrópolis bulliciosa para trabajar junto a un oscuro líder encargado de reclutar a jóvenes ladrones, August aporta su cuota novedosa con un talento innato por la música. Un genio en ciernes descubierto con facilidad.
Claro que la historia del niño abandonado está acompañada por la trama que dio vida al amor imposible de sus padres. Él un cantante de rock de clase media y ella una muchacha practicante de chelo, hija de un acaudalado padre autoritario que logra separarlos y, al saber del embarazo de su hija, alcanza mediante engaños donar al recién nacido a un orfelinato de Nueva York.
Este film algo se lleva de “El Perfume: historia de un asesino”, con ese don heredado por el desarrollo extraño de un órgano especial (el oído, en este caso) y que mucho tiene que ver con la genética de sus padres. Una mezcla de fantasía y dramatismo bastante cursi envuelto en una relación de imposibles que se vuelven a encontrar por medio de la pista casual que aporta Internet, bien poco creíble.
Una ensalada mal aderezada. Un caso sacado de los libretos de Sábados Gigantes y el reencuentro de padres e hijos separados por el destino y vueltos a encontrar por la providencia de Carabineros de Chile. Más valdría haber fijado el punto de vista simple y llanamente en la historia de un niño pobre, con un don único, y los avatares que encuentra en su camino para sobresalir. El tema de la resiliencia está de moda.
Pero nos quedamos pegados a la pantalla con pésimas actuaciones, una narración romántica no apta para diabéticos, un niño que al poco tiempo deja de hablar con las estrellas para pasar sin previo aviso a dirigir su propia orquesta, y un villano que en estos tiempos sólo provocaría un ataque de risa.
Un August Rush que más bien parece un Oliverio Twist descafeinado, brebaje que de todas formas puede hacer dormir como un potente tónico en las cómodas butacas de su cine.

4/29/2008

Las viejas utopías

Hay quienes señalan que un viaje se mide sólo con el regreso como en el Mito de Ulises, o como en los casos de quienes se alejan de una ciudad por largo tiempo para volver en las proximidades de la muerte. Lamentablemente este no fue el caso de Alexander Supertramp, el personaje principal de “Into the wild”, escrita y dirigida por Sean Penn.
Este tipo de películas tiene una audiencia asegurada, pues ¿quién no ha soñado con mandar todo a la punta del cerro y mandarse a cambiar con todo allá mismo, lejos del mundo? Rousseau y el viejo axioma que el hombre o la mujer nacen buenos y es la sociedad la que los corrompe.
Alexander Supertramp es un estudiante como cualquier otro quien, a comienzos de los ’90, está a punto de entrar a la universidad. Es el mejor de la promoción y su padre le ofrece de regalo un moderno automóvil. Sin embargo el joven rehúsa el ofrecimiento diciéndole que se quedará con el mismo de siempre, un auto destartalado parecido a la citroneta de Fernando Villegas.
Comienza entonces este “road movie”, o “balsa movie”, al cambiar su auto por un bote inflable para bajar por un río y así dar forma a lo que será el motivo de su existencia: llegar a Alaska, internarse en los bosques desolados y vivir como un ermitaño, acompañado de una escopeta y unos cuantos libros.
El film está plagado de flashbacks que en nada aportan al eje central del film. ¿Un viaje iniciático?, ¿una actitud en franca protesta contra el consumismo?, ¿un santo de los tiempos modernos?, ¿un loco? De todo eso y un poco más es lo que deja a su paso con las personas que encuentra, las cartas que escribe a su hermana, los confesados episodios de un pasado familiar poco acogedor.
Este Jesús de zapatillas y mochila enristra con sus libros y su actitud desafiante una lección de vida a la futilidad de la vida moderna, amparada en un consumo sin control. Sin embargo, es un santo contemplativo que, en su intento por volver a la sociedad se queda imposibilitado debido a la crecida del río y a la ingesta de vainas envenenadas. Se queda entonces de manos atadas para derribar las alcancías en el mercado de la abundancia de esta nueva Jerusalén.
Demasiada referencias a Henry Thoreau, Lord Byron, Jack London y León Tolstoi, todos eximios creadores de esos mundos posibles lejos de las grandes ciudades. Penn se queda a la berma del camino, como Supertramp, dejando sólo destellos de disconformidad apuntando tímidamente a esa agotada panacea de felicidad norteamericana.

4/22/2008

Dudosa amistad

Francia tiene como su mejor carta de presentación, su propio cine. Mujeres refinadas, ese apego por lo antiguo y artesanal tal como lo haría un spot publicitario del mejor de nuestros vinos. Todo eso y más tiene “El cantante”, de Xavier Giannoli.
Gèrard Depardieu es un artista que se dedica a animar veladas nocturnas para cuarentones solteros y asilos de ancianos con senescentes medio adormilados. Cecile de France es una madre soltera con un hijo de seis años a quien ve de vez en cuando -no se sabe por qué-, dedicada a la venta de propiedades.
Ambos se conocen en uno de esos clubes para mayores de edad, donde se refleja todo el patetismo de este artista entrado en años, que debe teñirse el pelo, acostarse en ocasiones con sus propias admiradoras, y sin ocultar los kilos que le sobran. Luego de un encuentro sexual con Cecile él comienza a cortejarla, pero ella se rehúsa a seguir el juego del enamoramiento ofrecido a manos llenas.
Ella vive en un departamento y él en una vieja casona con una cabra montés de mascota. Modernidad y tradición, son los temas de fondo de este film que más que una historia romántica es una apuesta por donde dirigir los sentimientos en este hiper globalizado mundo de la incomunicación humana. Mientras la joven defiende su autonomía y su desvinculación con el amor, el aventajado Gèrard se las arregla para quebrar ese estado de cosas mediante la porfía y los halagos desvencijados.
Se trata de una historia simple, sin mayores pretensiones ni efectismos como en “El placer de estar contigo”, de Claude Sautet. Acá lo sexual sobra y se prolonga en una relación filial que hacia el final muestra su punto más débil. Así también, el director no decae al mostrar la decadencia de los cantantes que sucumben al karaoke y los videoclips pop ultra tecnologizados.
Depardieu en su actuación más convincente, así como la banda sonora que lo acompaña. Podríamos verlo sumido en las drogas o el suicidio. Y quizá todos esperaban eso al ver que la muchacha entra en la casa del cantante, al no recibir respuesta a sus llamados. Era lo más seguro, pero Giannoli no cede a esa tentación decadente y fatal, como la triste historia del “hombre del piano” cantada por Ana Belén.

4/16/2008

Gritos y Susurros

La filosofía del siglo XXI se inclina lentamente hacia la comunicación como materia prima. Mejor aún, la capacidad que tenemos para ponernos en el lugar del otro. Es lo que pregona Levinas y Tischner y que hace años se apropió Ingmar Bergman en su film “Gritos y susurros”.
Aproveché un viaje relámpago a Santiago para conseguir esta película en las inmediaciones del Metro Los Leones. Acá no la encontré ni en las casas de video ni en los clubes de cine arte. Espero que puedan encontrarla luego, en especial, quienes gustan de películas “espesas”.
No por nada Bergman es considerado el filósofo del cine. Dos mujeres llegan junto a sus respectivos maridos a la casona de la hermana moribunda de cáncer, en 1800. La hermana soltera, se hace acompañar sólo de su criada. Los conflictos que subyacen en las relaciones de parentesco no se saben hasta bien adentrada la media hora. El film dura poco más de una hora, lo suficiente para hacer trabajar las neuronas a cien por hora.
Los recuerdos y las imágenes oníricas con ciertas influencias de Freud se van entrelazando en temas de fondo como la creencia en Dios y la incomunicación. Cuando las hermanas enemistadas logran comunicarse, resulta una imagen tierna y violenta a la vez. Su diálogo transcurre en un torrente de caricias ahogadas y de palabras contenidas quizá durante años.
Subyace también el tema de la muerte, la amistad y el feminismo. De la mujer subyugada al hombre y los placeres culpables. Una lo busca con algunas salidas con el médico, mientras que la otra lo sublima cercenándose los genitales a fin de dar cuenta que no está disponible esa noche para su marido. Es la misma imagen que vi en “La pianista”, el film basado en una novela de Elfriede Jelinek.
Un film lento y críptico que llevó a su director a vivir aislado del mundo, en una isla, cerca de un faro. Pero que nos lega la importante labor que tenemos de comunicarnos hacia un norte que puede estar sustentado por la religión, o porque el simple diálogo constituye el átomo esencial que conforma a la verdadera condición humana.

4/07/2008

JUNO

Lo mejor que tiene el film “Juno” de Jason Reitman, primero, es que trata el tema del embarazo desde la óptima juvenil y sin dramatismos; lo segundo, que esta cinta independiente vuelve a asestar un golpe certero a las megas producciones de la industria del cine.
Juno es el nombre griego de la diosa madre e inflexible de la mitología griega. Las mismas características que posee esta joven de 16 años quien, de repente, se da cuenta que tiene un embarazo de casi tres meses. El pronosticón es un método infalible, si se prueba por tercera o cuarta vez.
De ahí el miedo, la búsqueda de la amiga que la ayuda a dar el paso, y las conversaciones con su pololo que queda tan pasmado como ella. Entonces decide abortar en una nación donde hay clínicas especializadas para ello. No sé cómo este film sobrevoló sobre las decimonónicas argucias de nuestros opus pero, tranquilos, porque ella se decide por la adopción.
Los padres de Juno están de acuerdo en ello y qué alturas de mira se nota en esta familia donde no faltarían los gritos. No obstante acá no deja de trasuntar a cada instante ese olor a frutilla de una goma de borrar, con el tema popero de fondo “Pop goes the word”. Tal vez la escena más fuerte sea aquella en donde entra a la escuela con una panza de ocho meses abriéndose paso entre las atónitas caras de los demás.
Si bien el film flaquea en esa manía de convertirse en un manual de palos para una clase de Educación Sexual, lo que la salva de esta condición es lo que ocurre con la pareja infértil que decide hacerse cargo de la criatura que está por nacer. Él, un personaje inmaduro para quien es más importante convertirse en una estrella de rock pasado los cuarenta años, que ser padre.
Juno es una niña fuerte, simpática, irónica e inteligente. Es por ello que este film se vuelve un objeto coleccionable en cualquier videoteca y una oportunidad para que la familia se siente a comentarla porque no sólo habla del valor a la vida, sino que además de las relaciones de pareja puesto que, como se muestra, pareciera ser un trámite sin mayor sustancia en la era del internet.
¿Qué pasa cuando este manido amor ya no está sustentado por el sexo, ni la belleza física, ni el dinero, incluso, no basta siquiera un hijo o hija para mantenerlo a salvo? Fíjese en la escena final y la letra de la canción traducida completamente en los últimos segundos; quizá ello despierte en alguien alguna respuesta concreta.

3/31/2008

Secretos íntimos

Alguna vez leí que intentar meterse en la mente de las mujeres de Estados Unidos era un trabajo peligroso, algo parecido a intentar traspasar una barrera electrificada a costa de arriesgar la propia vida.
Por ello la literatura súper ventas de Danielle Steel logra éxitos incomparables y por ello series como “Sexo en la ciudad” superó las expectativas menos auspiciosas. “Secretos íntimos” de Todd Field se suma a esta lista desde la óptima personal de una socióloga insatisfecha con su vida matrimonial que se enamora de su vecino. Ambos casi cuarentones que intentan recobrar parte de la juventud perdida.
Después de “Belleza americana” llega esta nueva radiografía crítica de la sociedad norteamericana y, por qué no decirlo, del mundo. Todo el film trasunta un inconformismo latente por la futilidad de la vida burguesa.
Esta obra se localiza en un pequeño suburbio que vive en el temor de tener en las inmediaciones a un pedófilo que intenta vanamente insertarse en la sociedad. Antípoda cruel de la incapacidad de los pobladores de “ponerse en el lugar de otro” y quedarse con la mancillación permanente. En este caso un pedófilo, aunque podría ser perfectamente un musulmán o un homosexual.
Aparecen además un grupo de mujeres insatisfechas que sueñan con el apuesto vecino, sin soltar las cuentas del rosario. Y es esta socióloga quien se atreve a ir más allá, de meterse en los pantalones de ese hombre aunque sea de manera superficial, celópata, carnal. No logra trasuntar la mera imagen fálica, ni menos adentrarse en la mente infantil de su platónico enamorado.
Inmaduros, ultraconservadores, agresivos, trabajólicos y egoístas. En eso se han convertido los habitantes de la mayor potencia económica del mundo bajo el yugo inflexible de Field, quien hace un guiño al movimiento feminista al dejar como tarea para la casa la lectura de “Madame Bobary” de Flaubert.
No se deje engañar con el cuento del pedófilo, porque lo que menos hace el director es bajar las cámaras a la altura de un niño. Ni con la historia amorosa, que es un pasatiempo pasajero de dos adultos incapaces de rehacer sus vidas. Supere estas apariencias y se dará cuenta en este logrado film que los gringos están en busca de nuevos referentes para, sencillamente, ser más felices.

3/26/2008

Espías del amor

Faltan cinco años para que el Muro de Berlín se desplome por el peso de las circunstancias. Estamos en 1984, en la Alemania socialista de gris habitual, con un Estado policial capaz de entrometerse hasta en el baño. Y no es chiste.
La Stasi decide poner micrófonos por doquier en el departamento que comparten un connotado escritor y su esposa, una bella actriz que llama la atención del Ministro de Cultura. Ambos serán escamoteados durante todo el film para averiguar si sus pensamientos son contrarios al régimen, encarcelarlos y hacerlos callar por medio de amenazas con truncar sus carreras.
Lo que ellos no saben, es que tras los cables espías se esconde un oscuro y hierático investigador de la Stasi. Éste se turna con un aprendiz para escuchar todo lo que ocurre en ese departamento, tomando nota hasta de los mínimos detalles. De a poco, se irá involucrando en una vida ajena hasta recuperar la capacidad de soñar más allá de lo que ven sus narices.
Mezcla de “Doctor Zhivago” y “La lista de Schindler”, “La vida de los otros”, dirigida por Florian Henckel Donnersmarck, es una historia romántica que se acoda en el poder de la imaginación cuyos propósitos se desvanecen en medio de un ambiente opresivo y militar. Para los que buscan adentrarse en los recovecos de una mente despiadada y metralletas se equivocarán, y he ahí la mayor debilidad de este film.
Al tratarse de un trabajo donde prima el romanticismo y la fantasía de un hombre duro (demostrado en la contraposición de sus relaciones con una prostituta y su interés en seguir la relación romántica del escritor, así como la lectura de pasajes de Beltolt Brecht), el film no ofrece concesiones con la dureza del clima ni con el suspenso siempre latente de los espías. El trabajo del escritor es secundado, así como la relación sin pasiones en esta pareja de nórdicos que sacados de una postal.
¿Lo bueno?, el malo de la película se cansa de ser malo y comienza a recuperar su capacidad de sentir por medio de su voyeurismo y su capacidad para captar la intensidad de una vida ajena. El no la quiere destruir, como sería lo lógico, sino que preservar. ¿Lo malo?, el final que es otro de los puntos débiles de este film sensible, pero plano. La dedicatoria del libro “Sonata para un hombre bueno” parece un recurso que desborda en cursilería irritante.
Henckel nos ofrece una radiografía política y una oportunidad para saber de buena fuente que el arte, es decir, la capacidad de empelar recursos estilísticos para transportarnos al lugar del otro, es la única fuerza capaz de derribar un régimen que, a todas luces, no estaba en sintonía con el sentir popular.

3/18/2008

Relaciones Peligrosas

De las muchas facetas mostradas en la pantalla grande por Glenn Close, recordaba una donde aparecía quitándose el maquillaje con un dolor contenido, después de ser repudiada en público debido a su maldad sin tregua. Eso era todo. Hasta que por casualidad se coló por el cable ese film de época como ninguno: “Relaciones Peligrosas” de Stephen Frears.
Estamos a mediados del siglo 19, en una Francia donde pululan las pelucas empolvadas y los corpiños ajustados. Allí cohabitan dos ex amantes que, quizá por qué razones, se volvieron cínicos y manipuladores. Ella intentará por todos los medios de arruinar a su prima haciendo que la hija de ésta se case con un pobre maestro de música. Él, en tanto, apostará con su vida el enamorar a una mujer imposible, debido a su condición de casada y devota al cristianismo.
Son años en donde lo fatal del romanticismo se manifiesta en su cenit, lo mismo que los placeres mundanos más lujuriosos. Los dos personajes principales son unos ociosos que viven para el sosiego de sus bajos instintos, mientras la Francia se desangra en una injusticia social que apenas se muestra. Claro, si lo principal acá era retratar una casta de nobles corruptos.
La maldad se muestra sin cortinas en las actuaciones de Glenn Close y John Malkovich; así como el candor frágil de Michelle Pfeiffer y los apetitos nacientes de los jóvenes interpretados por Keanu Reeves y Uma Thurman. Nunca un film había tratado el juego de la vanidad y las artes de la seducción con tanto detalle. El Vizconde de Valmont hace uso de una locuacidad parecida al de Cyrano de Bergerac, pero con fines menos nobles.
Un par de individuos corrompidos por el rencor que se ven atrapados por su propia inoperancia frente a un sentimiento que, a esas alturas, no saben como controlar. Es el amor que nace debilitado y que termina por subyugar a él primero, en medio de un duelo, y a ella después con la afrenta cruel de una sociedad que la repudia en público.
“La vanidad y la felicidad son excluyentes” dice la Marquesa de Merteuil, puesto que el egoísmo que profesa es lo único que puede mantener a ralla los designios secretos del amor. Gabriela Mistral lo decía: el dolor o te hace mejor o peor. Ellos, quisieron ahogar sus frustraciones en la esperanza de dos jóvenes que despertaban al cariño y en una devota esposa cristiana. El juego esta vez les pasó una factura demasiado cara de pagar.

3/11/2008

Tierra cercada

Los ambientalistas y los practicantes del new age son los neo hippies que abogan por el respeto y el amor a la tierra desde una óptica romántica a escala global. Ellos hablan de la “gaia” y en Chile se habla del “mapu”. Este mismo apego llevó a los irlandeses a luchar por casi un siglo para tirar de su amado rincón isleño a esos trogloditas de los ingleses.
De eso trata “El viento que acaricia el prado”, dirigida por Ken Loach, que retoma el drama que desgarró a Irlanda e Inglaterra por siglos; de un odio ancestral que encuentra sus orígenes en el mandato divino que se disputaban católicos y protestantes sobre el suelo en que cultivaban y pensaban. Como el mundo hoy vive una etapa donde los inciensos de las sinagogas tienden a esfumarse, ambas naciones viven hoy en paz.
Irlanda se erige como una potencia económica en ciernes. Esa es la nueva lucha entre países: el señorío del uso y abuso de su potencial tecnológico, humano y científico para producir más y mejor. Pero las naciones no pueden vivir en el olvido, menos cuando la herida está tan fresca.
Se trata de un film lineal, sin grandes efectismos, sustentada sólo por la capacidad interpretativa de sus actores y actrices, las ideas subyacentes y la crudeza de las escenas como la tortura de sacar uñas con tenazas o hacer cumplir la ejecución de un joven de 15 años. Es decir, una realización donde la violencia pura no podría generar sino que más violencia a su alrededor.
Pero Loach no lanza sus dardos contra los ingleses. Su sensibilidad para manifestar los caminos sin retorno de la violencia nacionalista lo lleva a enfrentar con maestría el odio que termina carcomiendo a los propios irlandeses. Del vecino contra el vecino y lo mismo, hacia el final, entre hermanos. Un film que nos parece un juego de idiotas en aras de la globalización, pero estudiado de forma detenida se hace vigente. Basta con vivir en carne propia el conflicto mapuche, de la ETA, de las FARC o los zapatistas para hacer de este film un objeto de culto entrañable.
¿A quién escuché decir que les molestaba tantos extranjeros avecindados en este rincón de Chile?, pues bien, antes de exaltar los ánimos basta leer y ver un poco de estas desgarradoras historias nacionalistas que vienen de vuelta. Ellos, allá por 1919, con la creación del Parlamento Irlandés; nosotros, en un tiempo que, espero, nunca lleguemos a contar.

3/05/2008

Armas a tomar

Que una blonda locutora radial se vaya a casar con un apuesto congénere de raza negra, no es un acto de extrañar en una Norteamérica que vive y profita de la cultura multirracial. Lo extraño es que se siga convirtiendo a los latinos en una línea impura, incapaces del bien, diestros sólo para delinquir.
Esta es la primera lectura que se desprende de “Valiente”, de Neil Jordan, donde aparece una Jodie Foster cada vez más tonificada a base de una voluntad de hierro para ir al gimnasio. La otra casi cincuentona que está en esta línea es Madonna, pero esta no es la única tendencia de los nuevos tiempos. La delincuencia es esa otra enquistada callampa que surge de las humedades de una Nueva York, en apariencia, tranquila.
La protagonista es una locutora parecida a la Carrie Bradshaw de Sex and The City que se dedica a parlotear insípidas vivencias urbanas. Hasta que, de la mano de su novio en un central parque, son asaltados por una manada de delincuentes y, no contentos con ello, son golpeados mientras otros registran la escena grabándolos con las cámaras de sus celulares.
Él muere, mientras ella logra salir airosa de una muerte segura. Pero ya no es la misma y eso es lo mejor del film: el trance interior que padece la protagonista al sentir el miedo de enfrentar una calle atestada de gente y la certeza cierta que deberá aprender a vivir sola, con los recuerdos recurrentes de su enamorado. Esta experiencia le permitirá enfrentar el micrófono de su rutinario trabajo desde otra perspectiva.
Hasta que un arma se transforma en la vía de escape a tanta inseguridad y en la puerta de entrada a la idea de tomar venganza con sus propias manos, y escamotear la escasa confianza que subyace en los medios tradicionales que emplea la justicia y la policía para contener y sancionar los actos delictivos.
En varios aspectos este film toma la fisonomía de esas caricaturas que dieron origen a superhéroes como Spiderman o Catwoman. Sólo faltaba que hacia el final la Foster se colgara una capa y un antifaz para declararse (con la bandera norteamericana de fondo) en la nueva paladina de la justicia casera. Y, claro, el detective que siempre está a un paso de saberlo todo y que juega con un ambivalente enamoramiento.
Un film que abre el debate del armamentismo ciudadano, algo de introspección con los cambios purgante del dolor, pero que recae en el estereotipo que los malos de la película son esas minorías retrógradas y sin sesos que viven a expensas de un país beato y blanco como una paloma.

2/25/2008

Básico Instinto

La violencia es consustancial a la naturaleza humana. Esas mismas cosquillas que hemos sentido en la palma de una mano cuando el niño no deja de rezongar por la compra de un barquillo. Claro, nada mejor que contar hasta cien y dejar que ese impulso se esfume por los orificios de los oídos.
Desde que los humanos se irguieron sobre sus pies tendieron utilizar este impulso primario para sobrevivir, obtener alimento y defenderse de otras tribus más o menos bárbaras. Hoy el escenario no ha variado, si consideramos que hay jefes que agreden con sobretiempos y otras fórmulas.
El cine ha retratado este tipo de actos con desequilibrados en serie como en “Asesinos por naturaleza” o en los orígenes casi somáticos de “Una historia violenta”. Los films sumen y siguen con la reciente premiada entrega de Ethan y Joel Cohen, “Sin lugar para los débiles”.
Técnicamente es un film impecable, con una métrica limpia y una actuación convincente. Sin embargo, mi defraude viene dado porque no entiendo la violencia por y para la violencia. A diferencia de “El silencio de los inocentes”, jamás se conocen los motivos que mueven a un asesino sin compasión.
El film se sitúa en Texas en la década de los ’80, con la aparición de un sicópata cuya arma es un tubo de aire comprimido empleado para matar vacas. Retrato fiel de lo que pasa por la mente del desquiciado donde no hay diferencias entre apuntar a la frente limpia y ancha de un hombre o una tupida en vellos de un animal.
Se añade a la trama el dinero cuantioso dejado por narcotraficantes, un ciudadano común y corriente que, al encuentro del botín, despierta en él una ambición sin barreras. Y el sicópata, interpretado por Javier Bardem, que se une a esta búsqueda contratado por uno de los capos de la mafia de la droga.
Si hacemos un recorrido al periplo que siguió el dinero, vemos que se forma un círculo perfecto. Comienza en las manos sin vida de un narcotraficante para ser recuperado hacia el final por miembros del mismo clan. En el camino ¿qué quedó?, pues nada más que el sitio infernal donde la criminalidad pulula impune.
Se agradece el final infeliz de este film que es un manifiesto a la búsqueda frenética de los gringos por entender el germen de una nación sumida en la ira y el amor al dinero, cuyo símbolo degenerado se desvanece en los llanos secos de la frontera con México.

2/18/2008

Navajas asesinas

Estoy seguro que Tim Burton debe ser fiel lector de Bram Stoker y Alejandro Dumas, porque su reciente entrega, “El barbero endemoniado” posee los argumentos casi calcados que encontramos en “Drácula” y “El Conde de Montecristo”. Los vampiros siempre han tenido un halo gótico insoslayable, que es la firma indeleble de los films de Buston.
Es más, el protagonista principal de este nuevo film, Benjamin Barker, tiene un nombre de semejante resonancia al de Jonathan Harker, el desesperado novio que intenta matar al padre de los vampiros. Tanto en “Drácula” como en “El barbero endemoniado” existe una mujer llamada Lucy, de una extraña belleza que sucumbe a los encantos de lo malévolo y que termina su vida de forma trágica.
Los paralelismos suman y siguen. Tal como en “El conde de Montecristo”, Benjamín despierta después de un largo cautiverio con una sola idea: la sed de venganza hacia un individuo con mucho poder que le arrebató de forma injusta y abusiva su familia, su fama y, lo peor de todo, su confianza en los seres. “El hombre es devorado por el hombre”, es el axioma romano que no cansa de repetir en cada una de sus canciones.
Sí, porque aparte de esos aires neogóticos, Tim Burton se las ingenia para aportar con otro grado de originalidad al hacer de este film un musical que tanto aburre a la audiencia chilena. Sin embargo, sin ser los actores cantantes experimentados, es el ritmo envolvente, necesarios para entender los pasajes del argumento, con un diálogo cantado a dúo, que se encuentran y vuelven a tomar sus cauces diferentes, lo que hace de este film una obra cantada con maestría.
Benjamín llega para vengarse y para ello retoma su oficio de experimentado barbero londinense. Sostenida actuación de un Johnny Deep desencantado con la vida, con los ojos inyectados de sangre, para quien la tierra no le brindará una nueva oportunidad de ser feliz y su única salida será la del “homo homini lupus”, el hombre es el lobo del hombre, para encarnizarse con todos quienes tengan la osadía de posarse sobre su sillón de barbero.
Con una exquisita escenografía victoriana aportando con esa cuota de melancolía que nos tiene acostumbrados el norteamericano director. Y un guión que no se permite un segundo mal compaginado, por eso llegamos a presenciar un final con lo mejor de las tragedias griegas. Pero no se engañe que el amor está presente como un legado de esperanza para las nuevas generaciones, aquellas que tienen el don de enmendar sus vidas con menos fatalismo que el de Benjamin Barker.

2/14/2008

Sexo versus amor

Ella plancha las camisas de su marido y las lleva a la cárcel donde él deberá cumplir una pena de siete años. Si esta trama hubiera comenzado en Estados Unidos hubiera seguido el hilo de la trama con una denuncia por las precarias condiciones carcelarias o hubiera desembocado en una peligrosa aventura fugitiva. Pero está ambientada en Francia, en una historia de amor profundo.
Es ese amor que se profesan dos seres, pese a separarlos un delito que nunca queda claro. Es ese cariño que demuestran en cada visita, y cada vez que pasa la plancha sobre una prenda y rocía unas gotas de su perfume para que el olvido no termine por sepultarlos. Sin embargo, uno de los gendarmes comienza a cortejarla y, casi sin quererlo, ella cede a ese impulso sexual.
Esa es la trama de “7 años”, dirigida por Jean Pascul Hattu, desarrollada en poco más de una hora y media sumida en la impotencia de llevar una vida normal y que es la purgación de un delito por medio de la reclusión. Pero este argumento central se hace universal más allá del tema penitenciario. Queda claro, hacia el final, que no es el sexo lo que al final prevalece y que, sin embargo, le damos una importancia descomunal y mediante el cual ella llega a sentirse una cualquiera.
El film comienza donde pocos se han atrevido a cruzar la valla. En cuántas cintas hemos llegado a sentir el orgasmo de ver a un criminal secarse como pasa tras las rejas. Si “El Conde de Montecristo” comienza por develar el puzzle de un desagravio con implicaciones sentimentales y políticas, “7 años” lo hace de manera más introspectiva. Es la nueva ola del cine francés, cada vez más bucólico.
El ambiente invernal no hace más que exacerbar la opresión que viven los personajes quienes no encuentran nada mejor que activar la válvula de escape a una segura infidelidad buscando la complicidad entre carcelero y prisionero. Lo que en Chile hubiera bastado para acrecentar los índices de femicidio, la pareja se despedaza en la misericordia.
¿Es un cine moralista?, sí, y que algunos rechazarán por encontrar que lo sermones están destinados a los pináculos de una iglesia. Yo creo que este tipo de cine llega a tirarnos agua fría cuando los escaparates nos lapidan con una exaltación al sexo por el cual compro, vendo y arriendo todos los días del año.

2/07/2008

Neovampirismo

Estamos en el 2012 y Nueva York está hecha una ciudad de estropajos. En ella sólo parece existir un solo hombre que se divierte conversando con los maniquís de las tiendas, haciendo como que arrienda películas y, asimismo, enfrascándose en su laboratorio para encontrar cura a un extraño mal.
Fue un extraño virus que comenzó a diezmar a la población convirtiéndolos en una extraña mezcla entre vampiros y zombies, pero extrañamente él creó un sistema inmune a la enfermedad. Cada día se pasea con su perra por las calles abandonadas pregonando por la radio si existe en las inmediaciones otro ser humano como él. Durante las noches duerme en su casa alejada del centro de la ciudad, fortificado y abrazado a su mascota oyendo los alaridos de los monstruos a lo lejos.
La primera factura del film es exquicito, con lo mejor del suspense de antaño. En la última tercera parte del film gira hacia la acción fantástica, a partir de la muerte de su perra convertida en una bestia del infierno. De repente aparece una sobreviviente más a ese mal que parece haberse empoderado de la tierra pero, y esta es la parte más débil de la actuación de Will Smith, casi no se sorprende, en una abierta actitud hostil y parca hacia la mujer y el hijo de ella.
Basada en la obra de Richard Matheson, Francis Lawrence llevó a la pantalla “Soy Leyenda”, una película que va envolviendo la atención al pasar los minutos con esa maestría que despierta la curiosidad y que sólo los buenos directores saben manejar. Sin embargo, fue imposible dejarse llevar por los mecanismos efectistas y simplones que aparecen casi al finalizar el film.
Con un personaje devastado en su soledad, que se revuelca en sus recuerdos de una época feliz con su esposa e hijo. Lo tenía todo para ser la nueva joya del mejor film del suspenso de los últimos años. Una clara demostración que los artilugios computacionales no son todo y que es necesario que las ideas y el tratamiento se impongan sobre estos efectos artificiales. Así fue al comienzo, pero la tentación fue demasiado fuerte.
El primer intento que el cine de ficción necesita un ajuste de cuentas con los medios que dispone para su realización. Una buena idea, con un actor cada vez más consolidado en su carrera y que, de seguro, habrá una secuela de más chupasangres del nuevo siglo (me refiero a los monstruos de la película) que mueren con balas comunes pero se suman por millones.

1/31/2008

La fuerza de la alevosía

¿Qué pasa cuando una mujer traspasa la valla del dolor más allá de lo soportable? Carmen Castillo fue la única sobreviviente de la masacre del 5 de octubre de 1974 cuando murió su esposo, el ex secretario general del MIR, Miguel Enríquez, y un hijo de tres meses de vida. Casi moribunda fue llevada al Hospital Barros Luco; luego vino su exilio en Francia por trece años.
Regresó a Chile en 1987 para desazón de ella. Ya no había partidos ni ideales por qué luchar. Su larga introspección en Europa la indujo a recobrar la memoria recién ahora para entender lo ocurrido. “Calle Santa Fe” dirigida por la misma Carmen Castillo, es un intento por entender los últimos 50 años de la historia de Chile. Un esfuerzo titánico de tres horas, que a veces aburre por escarbar nuevamente una herida sin cicatrizar.
Por ningún lado apunta sus dardos contra los militares, es más hasta hace un “mea culpa” a través del tiempo al preguntarse a cada instante hacia donde fue tanto dolor, tanta entrega y desolación. Tuvo que dejar a una hija en Cuba, mientras seguía la resistencia entre Inglaterra y Francia. ¿Hacia dónde…?
El film reconstruye con interés el deseo de recorrer nuevamente la calle donde casi fue ultimada junto a su familia. La mítica calle Santa Fe en Santiago, donde conversa con los vecinos e intenta recuperar la casa para hacer de ella un memorial, sin lograr su objetivo. Quizá en otra época sí lo habría logrado. Pero a la vez se introduce en la gangrena de un país sumido en el desconcierto, con vecinos salidos de la ultratumba para encender la chispa del recuerdo y desaparecer luego entre las tinieblas de sus cómodas casas.
Carmen es una mujer bella que no deja aflorar el sentimiento en ningún instante, ni cuando un vecino le cuenta que su marido, en medio de la refriega, corrió hasta la esquina pudiendo escapar, pero se devolvió al verla tirada en el suelo. Creyéndola muerta ¿se inmoló porque la vida sería un trago amargo sin ella? Carmen se sorprende con la declaración, pero no se emociona.
Especial para conocer un movimiento idealista, con jóvenes llevados preso hasta con una sonrisa en la boca. Un partido formado por campesinos para quienes el futuro era convertirse en alcohólicos o activistas militantes por un ideal confuso. En lo introspectivo, Carmen no se refiere al hijo que murió ese día. Un documental demasiado largo y escasamente empático; sólo el reflejo de los demonios de una mujer que quiere entender la fuerza de la alevosía.

1/21/2008

Salud universal

Las imágenes se suceden con enfermos de un hospital dejados a su suerte porque no hay lugar para que continúen con el reposo. Es más, la recuperación de la amputación de un dedo puede costar entre 12 y 60 mil dólares. Esas son las “joyitas” que esconde el sistema privado de salud más injusto del mundo, en medio de la riqueza de Estados Unidos.
“Sicko” es la producción de Michael Moore que concitó la aprobación de la crítica europea y cómo no si las comparaciones con el sistema de salud de Francia, Inglaterra y Canadá dejan por los suelos el que poseen los norteamericanos. Moore se solaza en hacer de este documental de denuncia su nueva bandera de lucha porque la democracia asentada así lo pide. En Europa la gente reclama más y consigue más, todo lo contrario a la vapuleada nación de los egoísmos.
El sistema social que pregonan las naciones europeas da el ejemplo con una carga impositiva que permite sorprenderse con palabras como “aseguradoras” o “isapres”. Tal como señala la entrevista a un parlamentario inglés “después de la Segunda Guerra Mundial cambiamos el yo por el nosotros”.
Se deja en claro que las diferencias de tratar a los enfermos en Estados Unidos comenzó en la era Nixon, con cintas grabadas que permiten descubrir los oscuros negocios que entabló en ex mandatario con Edgar Kaiser, un operador político en alianza con las aseguradoras. A partir de ahí el músculo empresarial inescrupuloso fue haciéndose cada vez más fuerte bajando las miradas más suspicaces del parlamento de Washington.
Interesante desde la óptica que la salud es un tema que preocupa a una sociedad cada vez más informada y proclive a reclamar por lo justo. Claro que este tipo de información no daría para un film de casi dos horas. Algunos de los testimonios que aparecen sencillamente sobran.
Asimismo, el tratamiento suele ser ambivalente. Serio al comienzo, casi al final dio paso a lo mejor de la ironía de Moore al emplear a un grupo de insatisfechos ciudadanos norteamericanos para llegar a las costas de Cuba a cerciorarse que el monstruo que creó la propaganda gubernamental no es tal, y que pese a todo la salud es un derecho que el dinero no puede transar.
¿Quién dijo que las utopías socialistas habían terminado? No todo está dicho en materia social, después de la caída del “muro de Berlín”.

1/17/2008

Brújula sin dirección

Alguna vez escuché que los niños huérfanos, acostumbrados a la autorrealización con los mínimos cuidados y mimos paternos, tenían más probabilidades de sortear los obstáculos que les presentaba la vida. Charles Dickens es uno de los escritores que más caló hondo en el público de la época victoriana para retratar este tipo de casos.
El comentario seguía con la cantidad de líderes, políticos y artistas que se habían criado en las circunstancias más adversas y es lo que parece traspasar a la cinta “La brújula dorada”. El director Chris Weitz, teniendo un reparto de calidad como protagonista principal a una niña de doce años se embarca en una aventura al Polo Norte.
El film es una rara mezcla futurista con una ambientación de la Inglaterra de la época de Dickens. Allí coexisten seres del más variado pelaje, con una raza de humanos acompañados con los denominados “daimonion”, suerte de almas que encarnan la figura de un animal. Están también los “gobblers”, una raza que comienza a raptar niños y para este fin parece estar confabulándose la orden educativa superior de la ciudad que es el Magisterium.

Todo es muy confuso en el film, ya que desde un comienzo no queda claro el conflicto que mueve a los personajes. Y eso que supuestamente es un film destinados para el público infantil, incluyendo herramientas de fábulas griegas, con personajes mitológicos, usados en las sagas de Harry Potter.
La desaparición de los niños, se mezcla con los intentos de asesinato de un profesor del colegio y tío de la niña, para terminar con una supuesta maternidad mal desarrollada por una Nicole Kidman cada vez más pálida. Por cierto, su personaje de villana es totalmente creíble, aún cuando provoca sentimientos contrapuestos en su doble papel de dulce madre y líder de los gobblers a la vez.
Ya casi al pasar la hora es posible apreciar el forzoso desembarco del film hacia un puerto que sólo será una recalada hacia una segunda parte. Molesta esta tendencia a dejar para mañana lo que puedes ver hoy, cuando el tema se agota en un par de frases, cuando la crónica se empina sobre la novela, y la concisión se vuelve regla de oro entre el escaso tiempo que hay para el ocio.
A ratos se hace tedioso, y es porque la originalidad de la convivencia entre seres humanos y deimoniums, así como el lujo del reparto, se ven obnubilados por un tratamiento que a veces entretiene pero que la mayor de las veces, confunde.

1/15/2008

África al rojo

Cómo explicar la realidad brutal de un régimen dictatorial de África, sin caer en la enciclopédica forma de un documental. Esta es la pregunta que debió plantearse Kevin MacDonald antes de poner el título a “El último rey de Escocia”. La fórmula es bastante sencilla: incluir un personaje de ficción como un ingenuo médico escosés.
Nicolás Carrigan es el hilo conductor que irá develando el sinsentido del gobierno de Amín, el dictador de Uganda que de 1971 a 1979 mató por lo menos 300 mil opositores a su régimen. En el film se lo muestra comiendo con la mano, pero con una agudeza típica de los dictadores latinoamericanos que se afirman en una desconfianza casi enfermiza.
El film se sostiene por la fuerza interpretativa de sus actores, sumado a una historia que irá adquiriendo un ritmo vertiginoso. Todo el idealismo de este joven médico se irá desplomando en la medida que sus ambiciones entrarán en conflicto directo con sus valores más elementales, como el derecho a la vida.
Por eso poco importa si el espectador desconoce lo que ocurrió en ese apartado país africano. La solidez del argumento es tal que no hay espacios que rellenar con información extra. Carrigan llega en una misión humanitaria en Mgambo, en medio de la algarabía de los niños y las creencias folclóricas de la medicina ancestral. Pero este mundo dulcificado cambiará en la medida que acepta ponerse al servicio del dictador.
Sólo así conocerá la gangrena que afecta a una nación devastada en la lucha intestina de las etnias y los golpes militares. Las razones ya no bastarán para comprender la astucia animal de un gobernante criminal. Los días para el joven médico están contados.
Rozando el cine gore, es clave uno de las actuaciones menos destacadas a lo largo del film. El del joven médico del hospital pomposo de Gobierno que siente que su misión está más allá de curar enfermedades. “Estoy harto del odio, doctor Carrigan; vaya y dígale al mundo lo que pasa en el país”. Muchas historias han tratado el mismo tema con periodistas que escapan ensangrentados de las selvas impenetrables de Asia con la misión de denunciar y activar el botón del repudio internacional.
Mientras no haya paz en el mundo, la violencia y la codicia siempre serán los ingredientes preferidos para la elaboración de este tipo de cine-denuncia.

1/03/2008

La otra cara de la violencia

La escena termina cuando ambos, marido y mujer, levantan la cabeza después de rezar antes de la cena para mirarse como unos extraños. Y eso que en el film se muestran torrenciales muestras de cariño y de sexo entre ellos, conformando una familia bien constituida para quienes el sol brillará siempre sobre sus cabezas.
¿Qué pasó para llegar a ese estado lamentable de convivencia?, es lo que intenta develar con “Una historia violenta”, su director David Cronenberg, uno de los mayores aciertos que trajo el cine en los últimos años pues plantea de forma llamativa, el tema recurrente de la naturaleza violenta de los seres humanos; a diferencia de la esquizofrénica “Nacidos por naturaleza”, donde un par de desequilibrados irrumpen en el ambiente ofreciendo pistoletazos a mansalva.
“Una historia violenta” puede vestir los ropajes morales, pues la mirada de la última escena interpreta el sentido del perdón o la humillación, dejando abierta la posibilidad de un reencuentro o el comienzo del fin del episodio de felicidad expuesto al comienzo. En un pueblo tranquilo de Estados Unidos, donde el sheriff cumple el rol de un sacerdote.
El dependiente de un tranquilo café combate la llegada de dos forajidos que intentan asesinar a una de las empleadas. Este hecho lo llevará no sólo a ser considerado un héroe, sino que también un villano. Al menos esa sería la opinión de un extraño visitante quien, días después, se acerca al local con los ímpetus de cobrarse una antigua deuda.
Será el gatillante para una serie de episodios, de enfrentamientos y escapatorias, que irán develando la verdadera naturaleza del protagonista. El hijo que se enfrenta sin más a unos matones del colegio mostrará la inflexible y discutida postura que con la violencia se nace, que se lleva en los genes sin que la educación, ni el matrimonio ni mucho menos la sociedad puedan hacer algo para mejorarla.
En esa Norteamérica que se sume en la introspección por entenderse a si misma, para justificar esa manía por las armas y la rebelión de los puños. El rezo del final es el gesto más duro, pues desde esa postura el protagonista debería ofrecer la otra mejilla al primer golpe. Algo que no hizo y que sólo el amor sería la anestesia a ese sufrimiento. Reconciliación, sí; pero con verdad, dirán algunos. Usted ¿qué diría?