5/19/2005

Amores Chatarras

Son escenas que golpean conciencias por el simple hecho de retratar, obviando lo establecido por la convención social, el tema de la infidelidad, las relaciones humanas basadas en la verdad y en el ideal de felicidad compartida que ha forjado la humanidad, quizás, encorsetándose a si misma.
Desfilan una raza de primates con ganas de emprender vuelo semejante al del cisne de cuello negro que muere de hambre al desaparecer la pareja palmípeda elegida. Esta incapacidad para recrear este estilo de vida es la que asume el veterano director Mike Nichols, llevándonos hasta la incomodidad al ver a Anna (Julia Roberts) responder a su marido los detalles escabrosos de su acto infiel con un escritor inseguro (Jude Law). “Me vas a dejar porque piensas que no mereces ser feliz” dice el dermatólogo esposo (Clive Owen) dando un portazo al engaño, pero llevándose las llaves.
No obstante la correcta actuación del elenco, en Closer despunta en cada momento una interpretación secundaria que lleva todo el peso de la historia. Es Alice (Natalie Portman), la joven que sufre, se compadece de su mala suerte y que al final asestará el golpe certero al denostar con una mentira más, la de su propia identidad, al hombre con quien habría envejecido al calor de una chimenea.
Para algunos podría tratarse del utilitarismo y la importancia excesiva a las relaciones carnales. Si bien el film se inclina por el goce sexual como factor determinante en las parejas, las escenas de este tipo son mínimas. De contar con el consentimiento de las partes se habría transformado en una cinta para analizar la práctica del swinger (intercambio de parejas), pero no fue así. Los celos y el egoísmo salpican a cada instante el blanco mantel del amor exclusivo que se rejuran en esta cultura chatarra, donde lo efímero se encumbra como estandarte de batalla.
El tema no es nuevo. A más de un siglo Flaubert nos legó a una Madame Bovary intentando zafarse de la presión social sucumbiendo en su intento. Esta misma fragilidad es extrapolada a lo precario con una Demi Moore vendiéndose en Una Propuesta Indencente y las insospechadas consecuencias que el juego ocasionaría en su matrimonio. ¿Somos realmente capaces de perdonar y aceptar la verdad? El film responde esta pregunta con dos posturas y cuatro protagonistas lamiéndose las llagas para dejar una estela de dudas que el espectador reconstruirá en base a su propia experiencia.Con un film que adquiere bruscos cortes en su diégesis, Nichols fijó su mirada develadora en la cloaca que crean algunos adornándola de lujosa pedrería, y lo hace en un acto sincero y real: cualidades que escasean en el trasfondo de esta cinta, suerte de ajedrez que termina empatando a los reyes del engaño.

5/13/2005

Guerra Indiferente

La confianza se asemeja a las semillas del cardo en pleno desequilibrio de ser esparcidas por el viento. ¿Cuándo llega el momento de restablecerla, después de pasados los hechos dolorosos que la diseminaron?, tal vez sólo con actos relacionados con la economía o el arte como abonos que reblandezcan el casco duro y las hagan germinar.
La guerra es una de esas de tantas situaciones que empañan las relaciones entre los países y “Mi mejor enemigo”, la primera intención en cine chileno de superar el conflicto que originó la posesión de las islas Nueva, Picton y Lennox en 1978, año en que Chile y Argentina estuvieron a un paso de entrar en combates.
La cinta de Alex Bowen relata la incursión de seis militares chilenos en la frontera con Argentina al sur de Chile, perdiéndose en el intento por establecer los límites entre las naciones. Con la brújula y la radio averiadas llegan sin quererlo a territorio enemigo para encontrarse luego con militares trasandinos. Ambos bandos se protegen en sus respectivas trincheras a la espera de órdenes superiores de abrir fuego apenas sea declarada la guerra en forma oficial.
Las tropas hambrientas comienzan a establecer lazos de amistad con el envío de recados por medio de una perra que luego es olvidada por completo. Es el mismo olvido que padecen nuestros combatientes al regresar a un país sumido en la indiferencia reflejada en la extrañeza de la camarera de un restorán por el largo tiempo que no veía a Rodrigo Rojas (Nicolás Saavedra), en circunstancias que habían evacuado a mujeres y niños de Punta Arenas.
Con esta contradicción, pensé en mis tías que lloraron porque mi padre y abuelos debían alistarse para marchar a la frontera. No creo que el país tenga la capacidad de olvidar tan fácilmente una amenaza de este tipo. En forma soterrada, la violencia se expresa mejor en los paisajes que hablan por si solos del desamparo y la sofocante incertidumbre que debieron sentir gran parte de los chilenos en esos días de rojo furioso. Si bien la cinta trata de suavizar el tema con humor y la manoseada idea de nuestra hospitalidad, creo que la realidad del militar criollo dista mucho de esa dulcificada imagen.Quedan pasajes moralizantes en la reprimenda al subalterno que roba. “Esto demuestra la cuna de donde vení”, dice el sargento Ferrer después de golpearlo o del militar agudo que en un improvisado partido de fútbol se aprovecha de la situación para meter un gol cuando todos corrían a refugiarse. La cinta cumple en sus intenciones de estrechar las manos en señal de hermandad, aunque para ello se necesita antes la franqueza fría, la ecuánime exposición de los ánimos exaltados y la paz pontificia que el propio film excluyó.

5/06/2005

Voces del más allá

Jonathan (Michael Keaton) es un arquitecto que acaba de recibir la noticia que Anna, su esposa escritora (Chandra West), será madre por primera vez. Jonathan espera festejar esa noche con una botella de champaña y chocolates, pero las horas pasan y la futura madre no vuelve. Sólo al día siguiente le comunican que la mujer ha sufrido un accidente fatal cerca de un río.
Jonathan descubre al cabo de seis meses que existe un método para contactarse con Anna y otros seres del “más allá” al utilizar los EVP (Electronical Voice Phenomena) por medio de los cuales es posible recibir la imagen de los muertos en una pantalla de televisión o bien oír las voces de las almas registrándolas en una radiograbadora.
Sugerente tema a desarrollar de forma tan intensa como intrigante, pero que el director Geoffrey Sax sencillamente deja a la deriva del sinsentido valiéndose de los efectos sorpresivos, más preocupado de los saltos que darían los espectadores en sus butacas. Lo que desde un comienzo se perfilaba como un thriller sicológico interesante dio paso a una trama policial de corto aliento donde los enemigos se reducían a tres difusos espectros empeñados en “ganar almas” hacia el bando contrario.
Suerte de Ghost, Poltergeist y Sexto Sentido, el film no encuentra su cauce particular que devele o deje en entredicho la posibilidad siquiera que todo fuera falso. Si hasta el alma de Anna se da la libertad de aparecer fuera de la pantalla televisiva, en un haz de luz formado por la cortina de una llovizna. Sin conformarse con el contacto establecido con otras esferas de la realidad prodigándose amor eterno, Jonathan va cediendo a la tentación de convertirse en superhéroe al amparo de las premoniciones de hechos sangrientos que ve en la televisión y del susurro de su esposa que lo insta a seguir las pistas de las futuras víctimas.
Muchos cabos sin resolver y carente de un hilo conductor claro, el final se suma a esta serie de acontecimientos extraños con un escueto mensaje donde señala que “una de cada doce imágenes televisivas son violentas”. En ningún momento se dio a entender que la televisión era nociva en si misma, ni siquiera cuando el hijo de su primer matrimonio se halla en la habitación divirtiéndose con tal aparato. No hay indicios que permitieran llegar a esa conclusión.Sax no fue capaz de crear intersticios donde la imaginación desarrollara el tema por medio de un atisbo de duda, una vez acabada la película. “Voces del más allá” retoma la secuencia de una narración poco original como un relato burdo de conocidos amantes de series policíacas y de cuentos añejos de almas en pena.