2/22/2006

Esos extraños ojos rasgados

“Una persona extraordinaria es la que ve y siente lo que otros no pueden”. Esta frase para el bronce se desprende entre los parlamentos del film “El Ojo”, cuyo personaje principal es una joven de unos 20 años de edad que no es una escritora de fina sensibilidad para retratar el mundo, sino una no vidente desde los dos años de edad que, llegada la pubertad, se somete a un trasplante de córneas para recuperar la visión.
Para el tratamiento de la protagonista (Mun), los directores del film, los hermanos hongkoneses Oxide y Danny Pang, emplean imágenes borrosas, desenfocadas, cuya sencillez e indiferencia por el uso de efectos técnicos de última generación se mantienen en toda la trama. Es así como Mun logra recuperar la vista, pero algo raro sucede, porque comienza a encontrarse con las almas de algunas personas que, minutos antes de morir, se habían cruzado en su camino.
Llama la atención que los médicos sean en extremo jóvenes. En una nación que venera y respeta a los ancianos por ser los receptáculos de la experiencia y la sabiduría. Tal vez allá la medicina sea vista como una técnica moderna más, subordinada a los dictámenes de su centenaria filosofía.
Siguiendo a ciegas las aceleradas promesas de la ciencia médica, Mun no sabe como interpretar esa nueva capacidad para tratar con las almas en pena. No es como en “Sexto Sentido”, donde el “niño-médium” asume su rol con seriedad a fin de entregar algo de consuelo a los espíritus que dejaron esta tierra con actos inconclusos. En “El Ojo” la joven pasa de la sorpresa a la desesperación y es en ese estado alterado donde aparece uno de los médicos para socorrerla. Para ello es necesario encontrar a los familiares de la persona que había donado sus córneas, antes de que Mun se sumerja en las aguas profundas de la locura.
La cinta asiática llega a nuestra cartelera con esa frescura de encontrarnos con una industria ajena a los “Martes 13” y los “Jason”. Tal parece que los asiáticos han superado el viejo estribillo de combinar las artes marciales con lo más excelso de su filosofía de vida, para abordar las aristas de las almas, buenas o malas, que erran entre las mansardas de las casas viejas o las estaciones del metro.
Buen sonido, con una estructura lineal y con pasajes que nos hacen recordar a la hecatombe de Hiroshima, “El Ojo” se suma a cintas como “El Aro” o “El Grito” que bien nos despiertan con sobresaltos al corazón de esta modorra veraniega y algo, sólo un poco, de reflexión espiritual.