8/26/2005

Por sanidad mental

En mi infancia acostumbraba visitar una lejana familiar. Aquella casa estaba marcada por la imagen de una mujer que solían encerrar en un ropero de tres cuerpos. Nosotros, como niños, jugábamos a burlar los métodos de seguridad impuestos por los dueños para alejarnos de ella. Como siempre, abríamos la puerta para encontrarnos con el rostro mudo de una anciana flaca que sonreía con ternura.
Tiempo después supe que la mujer, quien padecía una enfermedad mental, había muerto de causas naturales. Ese encuentro me preparó para enfrentar con naturalidad la aparición de otras personas “freak” gestadas entre las cálidas paredes de un hogar, sin que vieran la luz del día. Lejano a la visión de la anciana inofensiva que vivió toda su vida como una planta, hay casos similares regidos por patrones que los llevan a cometer delitos indescriptibles. La localidad de Plainfield, en Estados Unidos, fue la cuna de uno de estos enfermizos seres: Ed Gein.
Gein cometió asesinatos entre 1945 y 1957 y cuya causa se halla en la aparición de una madre en extremo autoritaria y religiosa. El cine hizo suya esta realidad para abordarla bajo distintos primas en El Silencio de los Inocentes, Sicosis y, más recientemente, Masacre en Texas, dirigida por el ex publicista Marcus Nispel.
En la historia, recreada en 1973, cinco jóvenes de Arizona, Colorado y Nueva York, conducen por los polvorientos caminos de Texas hacia un concierto de rock en Dallas. En el trayecto tratan de auxiliar a una mujer en estado de shock que deambulaba en medio de la carretera. Este encuentro los llevará hacia los abismos de la muerte, custodiada por la motosierra de un repulsivo personaje que acostumbraba cubrir con la piel de sus víctimas una malformación congénita de su propia cara.
Para quien crea que sólo la gran ciudad es capaz de crear seres alienados, acá es un aparente y tranquilo poblado el espacio donde fluyen los macabros hechos de la siquis humana. A diferencia del film Monster, donde se detallan las causas románticas de cómo una prostituta llegó a convertirse en asesina, con Matanza en Texas nos queda el sabor de un film “gore” donde abundan los saltos sorpresivos, las preguntas sin respuestas y una lograda escena de suspense en la entrevista sicótica que hace el sheriff Hoyt (R. Lee Erney) a uno de los jóvenes.En fin, una película donde el director tenía de todo para innovar, pero que al final optó por utilizar fórmulas acostumbradas para una audiencia ávida de evacuar su miedo al otro, pero con terror gratuito.

8/19/2005

Hijos de la ciencia

Mientras el programa Rojo revive a viejas glorias del canto nacional, el film La Isla del director Michael Bay recrea un tema de audiencia asegurada: el de la eterna juventud, pero mezclado con los silenciosos avances de la genética actual.
Menrick es una prestigiosa empresa de seguros que opera en base a los sustanciosos aportes de un selecto círculo de personas. Los cotizantes tienen males difíciles de tratar por la medicina del 2019, año en que se sitúan las acciones y que parece un tiempo no tan lejano del actual, si consideramos antiguas obras de la literatura y el cine cuyos escenarios imaginados se adelantan en unos cincuenta años como mínimo.
Y es que la película aborda las oscuras tratativas de generar clones humanos, pese a la renuencia de las naciones más desarrolladas. Menrick posee un campo de investigación en las profundidades del desierto norteamericano. Allí son creados seres idénticos a los clientes enfermos, con una dieta balanceada en nutrientes, ejercicios y adiestramiento de las nociones del mundo –en base a doce tipos de vida- sin incluir el sexo. Los clones crecen como niños en un lapso de tres a cuatro años a fin de servir de fuente de donde extraer los órganos vitales para los acaudalados clientes.
Los ambientes impolutos en que viven, todos vestidos de blanco, y con la voz de Pavarotti saliendo de los altavoces, nos retrotraen al universo imaginado por Ray Brudbary en su novela Fahrenheit 451. Todos viven con la esperanza de ganar la lotería que los llevará a una isla paradisíaca como el último eslabón de la tierra que no sucumbió a un proceso de contaminación que nunca fue explicado.
Lo que la ciencia no previó fue que la generación Delta y Eco comienzan a tener los mismos recuerdos que sus predecesores. Es así como Lincoln Seis Eco (Ewan Mac Gregor) cuestionar todo el sistema que se mueve a su alrededor, hasta que descubre un insecto que lo lleva a adentrarse en los sitios prohibidos. Allí se percata que una de las congraciadas con el viaje a la isla, una mujer embarazada, es eliminada a los minutos de dar a luz.
Luego, la cinta se revuelca en la infaltables correrías junto a una muñeca rubia llamada Jordan Dos Celta, el único clon creíble en su falta de espíritu. Scarlett Johansen da vida a un personaje que mientras está recluida en la base Eter Con, participa de una combates virtuales con hombres, pero que en el mundo “real” se da el lujo de no entender la violencia de los seres, después que muere uno de los principales colaboradores de la huida.
Si las increíbles escapadas difumen la noción crítica de una sociedad violenta, queda claro que tanto Bay como Brudbary creen que los sueños son el único espacio de libertad que queda en un mundo ultra controlado por los sistemas de seguridad.

8/13/2005

Hablemos de Sexo

Bill Condon, particular apellido del director de Kinsey, fue el responsable de recrear una escena en que los alumnos de una cátedra de educación sexual veían en un telón los pasos que debían atravesar los órganos sexuales para alcanzar la plenitud de una relación. Los jóvenes se incomodaron en sus asientos, tal como debió haber pasado en nuestras salas o casas donde se vio esta película.
La sexualidad sigue convirtiéndose en nuestra sociedad en un tema de interés general, pues no hay programas en donde no despunte el tema ya sea hablado directamente o de manera subrepticia. Con Kinsey, el afamado investigador de los hábitos sexuales norteamericanos de mediados del siglo pasado, entrega ciertas luces de la inmensa brecha entre lo que pregona y encubre la sociedad y lo que realmente se hace.
La biografía de Albert Kinsey comienza con la preparación de los encuestadores del trabajo al que se abocó los últimos años de su vida con preguntas directas como ¿con qué frecuencia se masturba y a qué edad comenzó a hacerlo?, para argumentar mediante flash backs la aparición de un padre autoritario y religioso y un Kinsey, en los inicios de su matrimonio, bastante torpe en lo que a sexo se refiere.
Sin llegar a culminar su trabajo, por la renuencia de la Fundación Rockefeller a seguir financiando el proyecto, el film termina justo ahí donde la estadística y la ciencia no alcanzan a meter sus manos enguantadas de látex: si el amor es un factor determinante en una relación sexual. Quizás el caso más emblemático que aparece y que reafirma todas las intenciones del investigador, es la conversación que sostiene Kinsey con una mujer de unos 50 años quien asegura haber salvado su vida una vez que leyó las conclusiones del primer estudio.
Pero Kinsey no fue el único en ver la sexualidad de los seres humanos, despojada de sus vestimentas ético religiosas, cincuenta años antes Freud, en Viena, hizo lo suyo desde el sicoanálisis y mucho antes un Marques de Sade hizo de las suyas en una Italia bastante disipada en materias sexuales.
Hace un par de años los chilenos se rieron con el film Sexo con Amor, porque la única manera de tratar un tema que cauza tanto escozor en las esferas de poder de nuestra sociedad, es con el humor. Sin embargo, la televisión está incursionando en un tipo de periodismo de investigación que llevó a Chilevisión a emitir un programa que develaba las sorprendentes opiniones de sexo de los jóvenes de algunos liceos de Santiago. Pero aún falta mucho por sacar debajo de la alfombra.
Kinsey es un buen film que logra sus propósitos sin encumbrarse como una obra maestra. No es una cátedra de estilo, pero lleva de éste todo el contenido para explicar por medio de la vida de un científico, los horrores que no son tanto si se llevan a una tabla de estadísticas y una acertada explicación de cómo ser más felices.