10/26/2006

Espejito, espejito

Una dentista me decía que para estudiar su profesión en estos tiempos había que tener “cuero de chancho”. Es la ley del más fuerte que obliga a engrosar el cutis no sólo para estudiar, y trabajar también. Es por ello que Andrea elige un puesto que no responde a su vocación, pero la seduce.
¿Cómo plasmar en el cine este signo de interrogación que nos plantea la vida moderna? Con “El diablo se viste a la moda”, del director David Frankel, aparece una periodista recién egresada, quien salta al mundo laboral como secretaria de una revista de modas. Andrea sabe que este puesto servirá de puntapié inicial para su carrera, salvo por una cosa. La jefa de redacción es una mujer famosa por su mal carácter, en un rol interpretado a cabalidad por Meryl Streep.
Aparece la compañera de trabajo abusiva que, en momentos de debilidad, no cesa de repetirse “amo mi trabajo”. Mientras el modisto ambiguo parece resignarse ante la impotencia de la novata y decide ayudarla mejorándole la imagen personal. Por otro lado, amigos, padre y pololo ven con desazón el cambio de Andrea hacia una frívola amante del fashion, los eventos glamorosos y los viajes deslumbrantes. Será un pasaje de ensueño como una Marilyn Monroe a punto de ser asfixiada por los tentáculos de la industria.
Si es una revelación a las imbricadas aristas del sistema laboral de este siglo, mejor quedarse con el dramatismo patético de “Bailando en la Oscuridad”. Si es el reflejo de ese dudoso apego filial tejido entre jefes y empleados, a fuerza de costalazos, mejor sería este “Jerry Maguire” de circo. Si huimos de la ciudad de una vez por todas, me quedo con la somnolienta “Perdidos en Tokio”. Y si hay que bajar el tono tristón a las penurias de una oficina, saquemos del polvo esa “Secretaria Ejecutiva”, los films de Chaplin o nuestra entrañable Oficina del Jappening con Ja.
El traspié de Frankel es poner a una Cenicienta que no sabe reír ni llorar con sus vivencias. Hay escenas lúcidas como el encuentro hilarante de las dos empleadas en la clínica, o casi al final cuando la jefa dice que ambas son como una gota de agua , porque saben adelantarse a las necesidades de los mortales corrientes. Sin embargo, casi todo se reduce a vaguedad donde los fracasos matrimoniales y el excesivo apego al trabajo son opacados por el grueso del maquillaje, los vestidos estrambóticos y los perfumes caros.

10/18/2006

Reflejo de los Balcanes

Roxana iba hacia el interior y decidió abandonar a medio camino el bus destartalado repleto de músicos, canastos y gallinas. Cuando me lo contó dijo que el episodio sólo era comparable con las escenas tipo de Kusturica.
Y tiene razón. El director bosnio lleva la impronta de crear ambientes donde todo parece desembocar en un festín orgiástico. Se hace acompañar de una orquesta a modo de coro de tragedia griega y personajes que rallan en la esquizofrenia. Es su modo de contar la realidad desquiciada de la guerra, que vuelve a entroncarse en “La vida es un milagro” con otros dos motivos: el amor y el absurdo.
El film nos introduce en un paraje sin nombre de los Balcanes, poco antes del inicio de las hostilidades entre bosnios y serbios. Es un pueblo montañés indiferente a las adversidades que lo rodean y que vive para organizar partidos de fútbol con una soprano de fondo, fiestas apoteósicas, soñar con un nuevo tren que les permita desarrollar el turismo y una burra enamoradiza que intenta acabar con su vida poniéndose porfiadamente entre los rieles.
Hasta que la guerra deja a Luka, el ingeniero, sin esposa ni hijo. Es más, llega a su cuidado una hermosa prisionera musulmana llamada Sadaha con quien empieza a involucrarse sentimentalmente en una pasión salpimentada de realismo mágico y bastante humor. No hay personajes secundarios que sobren, pues ellos muestran quienes son los verdaderos enemigos para los montañeses, los osos, en una vida repartida entre peleas de perros y gatos que conviven sin mayores sobresaltos.
Nadie mejor para retratar el absurdo de la guerra -los vecinos serbios están a un paso- cuando intenta ridiculizar el asunto racial. “Después de Hiroshima no hay más teorías” dice Jadranka. “Todo está en tu cabeza, no es Hiroshima”, responde Luka, en medio de los estallidos.
Con reminiscencias de “La carrera del siglo” de Blake Edwards, y lo mejor del humor femenino que encarna la actriz Vesna Trivalic -como una vez lo hizo la comediante norteamericana Marie Wilson-, vuelvo a encontrar ese candor de las películas hiperkinéticas, con personajes vulnerables, donde sólo se quiere llegar a la cama para rendirse al sueño, después de una jornada agotadora de reflexión y risas.

10/12/2006

Vampiros del desierto

Dicen que el demonio es bello y viste con elegancia. Nada parecido a esa bestezuela de cuernos y cola de macho cabrío. Tal vez por ello las historias de vampiros atraen tanto la atención y, por cierto, temor. John Carpenter hizo una película sobre estos seres con más bajas que altos en sus logros.
El director de “Vampiros” emplea la archiconocida historia creada por Bran Stocker hace más de un siglo, pero lo interesante de esta nueva versión es que está situada al sur de Estados Unidos, casi en la frontera con México. Son Santa Fé y Fort Union las principales locaciones donde el líder de una secta de vampiros, llamado John Valek, integra el grupo de los ocho más sanguinarios chupasangres del país con la misión de encontrar la cruz negra de Beziers la que, por medio de un exorcismo, les permitirá hacer de las suyas a pleno día.
Los monstruos se han hecho con el tiempo más resistentes a los sortilegios comúnmente empleados para atacarlos. Ya no bastan el ajo ni los crucifijos. El sol y las estacas son las principales herramientas que quedan para eliminarlos, por ello no se explica tanto gasto en balas de estos expertos exterminadores.
En un comienzo, los cazadores de vampiros parecen regocijarse con la captura asumiendo un trabajo rutinario hasta que se encuentran con el líder, diezmando a más de la mitad de los especialistas. De ellos quedarán dos, más una prostituta que está en vías de convertirse en una no viviente más y que es utilizada de carnada para atrapar a Valek.
Aparte de los vampiros, Carpenter parece indicar subrepticiamente otra de las plagas que amenazan con expandirse en la sangre de los norteamericanos: los residentes mexicanos, las principales víctimas, y el clero católico, carentes de raciocinio. Insulsez que llega al final en un extraño gesto de amistad y amor cuando en toda la trama no hubo el menor asomo de desarrollo de estas dos vertientes.
Si de verdadero temor se trata, vuelvan a ver por televisión la serie “La noche del vampiro”, basado en un cuento de Stephen King, donde la amistad de un par de niños se ve ultrajada en una noche cuando uno de ellos vuela por los aires, entre tinieblas y vestido a la usanza decimonónica, para efectuar una extraña visita a su fiel amigo. Terror a toda prueba.

10/05/2006

Fábrica de sueños

El cine de antaño, además de ser un espacio donde los sueños de unos pocos lograban comulgar con abucheos o aplausos los deseos de la mayoría, era, además, un micromundo con personalidad propia.
No hace mucho, era posible ver entre funciones al típico personaje paseándose entre las butacas vendiendo maní confitado. El caso de los acomodadores premunidos con linternas quienes, en medio de la oscuridad, ubicaban a los espectadores para recibir una retribución en dinero. Gatos, ratones, pulgas y hasta mamás con bacinicas se sumaban a este caleidoscopio, cuando los amores furtivos se daban cita sin que nadie lograra remecerlos en el fragor de la batalla. Por cierto, la batalla que mostraba el cine.
Épocas que Giuseppe Tornatore supo registrar magistralmente en “Cinema Paraíso”. Aquella sensiblera película que, de romanticota, jamás hizo aguas hasta caer en lo absurdo. La historia comienza cuando la madre de Salvatore, un exitoso cineasta de Roma, le comunica que ha muerto Alfredo, un viejo amigo de la infancia. Entonces regresa a su pueblo natal para despedir los restos de su mentor, no sin antes repasar, mediante la técnica del flashback, los mejores momentos de su niñez y juventud en torno al único cine que había en el lugar.
El film resuma nostalgia por un pasado que no siempre fue mejor, pero que rezumaba amistad real y el verdadero amor volandero. Y esa filosofía de vida silenciosa en la madre, cuando hace notar lo penoso que resulta oír a una mujer distinta cada vez que llama a su hijo por teléfono. O en ese cariño sin reparos del viejo Alfredo, cuando le advierte al joven Salvatore que se vaya del pueblo y que si algún día regresa derrotado, que no golpee la puerta de su casa.
Tornatore tiene la maestría de hacernos sentir la fugacidad del tiempo con el devenir de los avances tecnológicos. Muestra de ello es el cura censurador de besos y que luego se resigna a las libertades que trae consigo el mercado. Aquellos pedazos de celuloide que sobraron de las tijeras de la Iglesia, Alfredo los fue atesorando para construir una de las escenas más memorables de la historia del cine.
Especial para quienes vivimos los últimos minutos de las funciones a rotativo doble, antes que llegaran las salas hiper-acondicionadas, ultra-vigiladas, y de prolongadas introducciones adelantando tal o cual estreno, advirtiendo los malos hábitos de la piratería para llegar exhaustos al film, no sin antes quedar medio sordos con una estrambótica apertura de trompetas y naves siderales.