6/25/2004

Van Helsing

Sólo el título ya invocaba una historia diferente a los cientos de films que abordan el tema de los vampiros, desde que Bran Stoker publicara Drácula en 1897. Me imaginaba ver, en el contexto de la obra inglesa, a un anciano doctor, canoso y decidido a terminar con el origen del mal. Sin embargo, por más que un joven Van Helsing deslumbrara con sus acrobacias en la recreación del director Stephen Sommers (La Momia), siento que faltó algo más que la figuración anciana como personaje central.
Para quienes leyeron la novela de Stoker, se percatarán de las escasas semejanzas que hay entre la obra original y la película. Aparecen, es cierto, Drácula y Van Helsing, cuestión que llevó a otros realizadores a cambiar estos nombres, debido a la negación de los herederos de Stoker a hacer concesiones con los derechos del autor.
Acá aparece un centenario Drácula desesperado por obtener descendencia, sin entrar en las complejidades sicológicas que ello involucra. Mientras que un Van Helsing poco docto se hace asesorar por los conocimientos de un monje, que pertenece a una logia del Vaticano, para salvar la estirpe de un antiguo defensor del cristianismo quien, para desazón de sus descendientes, sólo tendrá la oportunidad de alcanzar el cielo al morir el mandamás de los vampiros en un lapso que no debe superar la generación actual.
El tiempo apremia, y la última generación de hermanos se desviven en una lucha sin cuartel en las tinieblas de Transilvania, pero uno de ellos muere. La misión recae sólo en Anne Valerious (Kate Beckinsale), quien recibe la ayuda providencial de Van Helsing (Hugh Jackman): un cazavampiros poseedor de un extenso currículo donde se encuentra la no despreciable cuota de matar al propio Jeckill y Mrs. Hide y a hombres lobo. Todo un caza monstruos que bien podría dar para un estilo de películas del corte Scary Movie.
En la historia del cine de los “no vivos”, el celuloide nos ha dado personajes memorables como el profesor Ambrosius (Jack Mac Gowran), un viejo sabio y medio despistado parecido al Profesor Chapatín, que dio vida a la comedia genial de Roman Polanski La Danza de los Vampiros en 1967. En tanto que con Entrevista con un Vampiro (1994), nos encontramos con un cuestionamiento a la condición de vivir eternamente, un tema que se encuentra hilvanada profundamente en la novela de Anne Rice que originó el film. O si de terror intenso se trata, hay que nombrar La Noche del Vampiro, exhibida en Chile como serial para televisión en 1979, o Drácula de Francis Ford Coppola, realizada en 1992.
La obra de Sommers adolece de cualquiera de las cualidades descritas. Es más, para cualquiera de las generaciones hijas del play station e internet, las prolongadas conversaciones que sostienen los vampiros con sus víctimas antes de atacar, parecen realmente inverosímiles. Anne Valerious, antes de empalar a la última vampira, se da el lujo de prevenirle de hablar menos y de actuar más.Si el principal atractivo de este tipo de películas se halla en los efectos especiales o el nivel de adrenalina a evacuar por segundo, creo que es mejor desempolvar rememoranzas vampirezcas en blanco y negro o en los comienzos del cine a color para recibir terror con boletos asegurados.