8/19/2005

Hijos de la ciencia

Mientras el programa Rojo revive a viejas glorias del canto nacional, el film La Isla del director Michael Bay recrea un tema de audiencia asegurada: el de la eterna juventud, pero mezclado con los silenciosos avances de la genética actual.
Menrick es una prestigiosa empresa de seguros que opera en base a los sustanciosos aportes de un selecto círculo de personas. Los cotizantes tienen males difíciles de tratar por la medicina del 2019, año en que se sitúan las acciones y que parece un tiempo no tan lejano del actual, si consideramos antiguas obras de la literatura y el cine cuyos escenarios imaginados se adelantan en unos cincuenta años como mínimo.
Y es que la película aborda las oscuras tratativas de generar clones humanos, pese a la renuencia de las naciones más desarrolladas. Menrick posee un campo de investigación en las profundidades del desierto norteamericano. Allí son creados seres idénticos a los clientes enfermos, con una dieta balanceada en nutrientes, ejercicios y adiestramiento de las nociones del mundo –en base a doce tipos de vida- sin incluir el sexo. Los clones crecen como niños en un lapso de tres a cuatro años a fin de servir de fuente de donde extraer los órganos vitales para los acaudalados clientes.
Los ambientes impolutos en que viven, todos vestidos de blanco, y con la voz de Pavarotti saliendo de los altavoces, nos retrotraen al universo imaginado por Ray Brudbary en su novela Fahrenheit 451. Todos viven con la esperanza de ganar la lotería que los llevará a una isla paradisíaca como el último eslabón de la tierra que no sucumbió a un proceso de contaminación que nunca fue explicado.
Lo que la ciencia no previó fue que la generación Delta y Eco comienzan a tener los mismos recuerdos que sus predecesores. Es así como Lincoln Seis Eco (Ewan Mac Gregor) cuestionar todo el sistema que se mueve a su alrededor, hasta que descubre un insecto que lo lleva a adentrarse en los sitios prohibidos. Allí se percata que una de las congraciadas con el viaje a la isla, una mujer embarazada, es eliminada a los minutos de dar a luz.
Luego, la cinta se revuelca en la infaltables correrías junto a una muñeca rubia llamada Jordan Dos Celta, el único clon creíble en su falta de espíritu. Scarlett Johansen da vida a un personaje que mientras está recluida en la base Eter Con, participa de una combates virtuales con hombres, pero que en el mundo “real” se da el lujo de no entender la violencia de los seres, después que muere uno de los principales colaboradores de la huida.
Si las increíbles escapadas difumen la noción crítica de una sociedad violenta, queda claro que tanto Bay como Brudbary creen que los sueños son el único espacio de libertad que queda en un mundo ultra controlado por los sistemas de seguridad.

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