3/05/2008

Armas a tomar

Que una blonda locutora radial se vaya a casar con un apuesto congénere de raza negra, no es un acto de extrañar en una Norteamérica que vive y profita de la cultura multirracial. Lo extraño es que se siga convirtiendo a los latinos en una línea impura, incapaces del bien, diestros sólo para delinquir.
Esta es la primera lectura que se desprende de “Valiente”, de Neil Jordan, donde aparece una Jodie Foster cada vez más tonificada a base de una voluntad de hierro para ir al gimnasio. La otra casi cincuentona que está en esta línea es Madonna, pero esta no es la única tendencia de los nuevos tiempos. La delincuencia es esa otra enquistada callampa que surge de las humedades de una Nueva York, en apariencia, tranquila.
La protagonista es una locutora parecida a la Carrie Bradshaw de Sex and The City que se dedica a parlotear insípidas vivencias urbanas. Hasta que, de la mano de su novio en un central parque, son asaltados por una manada de delincuentes y, no contentos con ello, son golpeados mientras otros registran la escena grabándolos con las cámaras de sus celulares.
Él muere, mientras ella logra salir airosa de una muerte segura. Pero ya no es la misma y eso es lo mejor del film: el trance interior que padece la protagonista al sentir el miedo de enfrentar una calle atestada de gente y la certeza cierta que deberá aprender a vivir sola, con los recuerdos recurrentes de su enamorado. Esta experiencia le permitirá enfrentar el micrófono de su rutinario trabajo desde otra perspectiva.
Hasta que un arma se transforma en la vía de escape a tanta inseguridad y en la puerta de entrada a la idea de tomar venganza con sus propias manos, y escamotear la escasa confianza que subyace en los medios tradicionales que emplea la justicia y la policía para contener y sancionar los actos delictivos.
En varios aspectos este film toma la fisonomía de esas caricaturas que dieron origen a superhéroes como Spiderman o Catwoman. Sólo faltaba que hacia el final la Foster se colgara una capa y un antifaz para declararse (con la bandera norteamericana de fondo) en la nueva paladina de la justicia casera. Y, claro, el detective que siempre está a un paso de saberlo todo y que juega con un ambivalente enamoramiento.
Un film que abre el debate del armamentismo ciudadano, algo de introspección con los cambios purgante del dolor, pero que recae en el estereotipo que los malos de la película son esas minorías retrógradas y sin sesos que viven a expensas de un país beato y blanco como una paloma.

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