3/11/2008

Tierra cercada

Los ambientalistas y los practicantes del new age son los neo hippies que abogan por el respeto y el amor a la tierra desde una óptica romántica a escala global. Ellos hablan de la “gaia” y en Chile se habla del “mapu”. Este mismo apego llevó a los irlandeses a luchar por casi un siglo para tirar de su amado rincón isleño a esos trogloditas de los ingleses.
De eso trata “El viento que acaricia el prado”, dirigida por Ken Loach, que retoma el drama que desgarró a Irlanda e Inglaterra por siglos; de un odio ancestral que encuentra sus orígenes en el mandato divino que se disputaban católicos y protestantes sobre el suelo en que cultivaban y pensaban. Como el mundo hoy vive una etapa donde los inciensos de las sinagogas tienden a esfumarse, ambas naciones viven hoy en paz.
Irlanda se erige como una potencia económica en ciernes. Esa es la nueva lucha entre países: el señorío del uso y abuso de su potencial tecnológico, humano y científico para producir más y mejor. Pero las naciones no pueden vivir en el olvido, menos cuando la herida está tan fresca.
Se trata de un film lineal, sin grandes efectismos, sustentada sólo por la capacidad interpretativa de sus actores y actrices, las ideas subyacentes y la crudeza de las escenas como la tortura de sacar uñas con tenazas o hacer cumplir la ejecución de un joven de 15 años. Es decir, una realización donde la violencia pura no podría generar sino que más violencia a su alrededor.
Pero Loach no lanza sus dardos contra los ingleses. Su sensibilidad para manifestar los caminos sin retorno de la violencia nacionalista lo lleva a enfrentar con maestría el odio que termina carcomiendo a los propios irlandeses. Del vecino contra el vecino y lo mismo, hacia el final, entre hermanos. Un film que nos parece un juego de idiotas en aras de la globalización, pero estudiado de forma detenida se hace vigente. Basta con vivir en carne propia el conflicto mapuche, de la ETA, de las FARC o los zapatistas para hacer de este film un objeto de culto entrañable.
¿A quién escuché decir que les molestaba tantos extranjeros avecindados en este rincón de Chile?, pues bien, antes de exaltar los ánimos basta leer y ver un poco de estas desgarradoras historias nacionalistas que vienen de vuelta. Ellos, allá por 1919, con la creación del Parlamento Irlandés; nosotros, en un tiempo que, espero, nunca lleguemos a contar.

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