2/25/2008

Básico Instinto

La violencia es consustancial a la naturaleza humana. Esas mismas cosquillas que hemos sentido en la palma de una mano cuando el niño no deja de rezongar por la compra de un barquillo. Claro, nada mejor que contar hasta cien y dejar que ese impulso se esfume por los orificios de los oídos.
Desde que los humanos se irguieron sobre sus pies tendieron utilizar este impulso primario para sobrevivir, obtener alimento y defenderse de otras tribus más o menos bárbaras. Hoy el escenario no ha variado, si consideramos que hay jefes que agreden con sobretiempos y otras fórmulas.
El cine ha retratado este tipo de actos con desequilibrados en serie como en “Asesinos por naturaleza” o en los orígenes casi somáticos de “Una historia violenta”. Los films sumen y siguen con la reciente premiada entrega de Ethan y Joel Cohen, “Sin lugar para los débiles”.
Técnicamente es un film impecable, con una métrica limpia y una actuación convincente. Sin embargo, mi defraude viene dado porque no entiendo la violencia por y para la violencia. A diferencia de “El silencio de los inocentes”, jamás se conocen los motivos que mueven a un asesino sin compasión.
El film se sitúa en Texas en la década de los ’80, con la aparición de un sicópata cuya arma es un tubo de aire comprimido empleado para matar vacas. Retrato fiel de lo que pasa por la mente del desquiciado donde no hay diferencias entre apuntar a la frente limpia y ancha de un hombre o una tupida en vellos de un animal.
Se añade a la trama el dinero cuantioso dejado por narcotraficantes, un ciudadano común y corriente que, al encuentro del botín, despierta en él una ambición sin barreras. Y el sicópata, interpretado por Javier Bardem, que se une a esta búsqueda contratado por uno de los capos de la mafia de la droga.
Si hacemos un recorrido al periplo que siguió el dinero, vemos que se forma un círculo perfecto. Comienza en las manos sin vida de un narcotraficante para ser recuperado hacia el final por miembros del mismo clan. En el camino ¿qué quedó?, pues nada más que el sitio infernal donde la criminalidad pulula impune.
Se agradece el final infeliz de este film que es un manifiesto a la búsqueda frenética de los gringos por entender el germen de una nación sumida en la ira y el amor al dinero, cuyo símbolo degenerado se desvanece en los llanos secos de la frontera con México.

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