2/14/2008

Sexo versus amor

Ella plancha las camisas de su marido y las lleva a la cárcel donde él deberá cumplir una pena de siete años. Si esta trama hubiera comenzado en Estados Unidos hubiera seguido el hilo de la trama con una denuncia por las precarias condiciones carcelarias o hubiera desembocado en una peligrosa aventura fugitiva. Pero está ambientada en Francia, en una historia de amor profundo.
Es ese amor que se profesan dos seres, pese a separarlos un delito que nunca queda claro. Es ese cariño que demuestran en cada visita, y cada vez que pasa la plancha sobre una prenda y rocía unas gotas de su perfume para que el olvido no termine por sepultarlos. Sin embargo, uno de los gendarmes comienza a cortejarla y, casi sin quererlo, ella cede a ese impulso sexual.
Esa es la trama de “7 años”, dirigida por Jean Pascul Hattu, desarrollada en poco más de una hora y media sumida en la impotencia de llevar una vida normal y que es la purgación de un delito por medio de la reclusión. Pero este argumento central se hace universal más allá del tema penitenciario. Queda claro, hacia el final, que no es el sexo lo que al final prevalece y que, sin embargo, le damos una importancia descomunal y mediante el cual ella llega a sentirse una cualquiera.
El film comienza donde pocos se han atrevido a cruzar la valla. En cuántas cintas hemos llegado a sentir el orgasmo de ver a un criminal secarse como pasa tras las rejas. Si “El Conde de Montecristo” comienza por develar el puzzle de un desagravio con implicaciones sentimentales y políticas, “7 años” lo hace de manera más introspectiva. Es la nueva ola del cine francés, cada vez más bucólico.
El ambiente invernal no hace más que exacerbar la opresión que viven los personajes quienes no encuentran nada mejor que activar la válvula de escape a una segura infidelidad buscando la complicidad entre carcelero y prisionero. Lo que en Chile hubiera bastado para acrecentar los índices de femicidio, la pareja se despedaza en la misericordia.
¿Es un cine moralista?, sí, y que algunos rechazarán por encontrar que lo sermones están destinados a los pináculos de una iglesia. Yo creo que este tipo de cine llega a tirarnos agua fría cuando los escaparates nos lapidan con una exaltación al sexo por el cual compro, vendo y arriendo todos los días del año.

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