4/22/2008

Dudosa amistad

Francia tiene como su mejor carta de presentación, su propio cine. Mujeres refinadas, ese apego por lo antiguo y artesanal tal como lo haría un spot publicitario del mejor de nuestros vinos. Todo eso y más tiene “El cantante”, de Xavier Giannoli.
Gèrard Depardieu es un artista que se dedica a animar veladas nocturnas para cuarentones solteros y asilos de ancianos con senescentes medio adormilados. Cecile de France es una madre soltera con un hijo de seis años a quien ve de vez en cuando -no se sabe por qué-, dedicada a la venta de propiedades.
Ambos se conocen en uno de esos clubes para mayores de edad, donde se refleja todo el patetismo de este artista entrado en años, que debe teñirse el pelo, acostarse en ocasiones con sus propias admiradoras, y sin ocultar los kilos que le sobran. Luego de un encuentro sexual con Cecile él comienza a cortejarla, pero ella se rehúsa a seguir el juego del enamoramiento ofrecido a manos llenas.
Ella vive en un departamento y él en una vieja casona con una cabra montés de mascota. Modernidad y tradición, son los temas de fondo de este film que más que una historia romántica es una apuesta por donde dirigir los sentimientos en este hiper globalizado mundo de la incomunicación humana. Mientras la joven defiende su autonomía y su desvinculación con el amor, el aventajado Gèrard se las arregla para quebrar ese estado de cosas mediante la porfía y los halagos desvencijados.
Se trata de una historia simple, sin mayores pretensiones ni efectismos como en “El placer de estar contigo”, de Claude Sautet. Acá lo sexual sobra y se prolonga en una relación filial que hacia el final muestra su punto más débil. Así también, el director no decae al mostrar la decadencia de los cantantes que sucumben al karaoke y los videoclips pop ultra tecnologizados.
Depardieu en su actuación más convincente, así como la banda sonora que lo acompaña. Podríamos verlo sumido en las drogas o el suicidio. Y quizá todos esperaban eso al ver que la muchacha entra en la casa del cantante, al no recibir respuesta a sus llamados. Era lo más seguro, pero Giannoli no cede a esa tentación decadente y fatal, como la triste historia del “hombre del piano” cantada por Ana Belén.

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