4/29/2005

Cambio Indeseado

Uno se hace responsable para siempre de lo que ha creado, señala uno de los pasajes de El Principito y que encuentra sus orígenes en el mito griego Pigmalión y Galatea, la del escultor que se enamora de su obra o la del maestro que termina rendido ante su alumna.
En medio de toda la maraña informativa que ofrece la televisión por cable, fue una suerte haber encontrado en el Film&Arts una joyita que data de 1937. Se trata del film Pigmalión, dirigida e interpretada por Leslie Howard como el utilitarista profesor Higgins, especialista en fonética, que recoge a una burda vendedora de flores de una céntrica calle de Londres con el propósito de convertirla en dama de sociedad.
Elisa rehúsa en los comienzos a siquiera meter un pie en la bañera, pero con el tiempo los afanes del profesor irán surtiendo los efectos deseados hasta llegar a una fiesta ofrecida por la realeza con el estreno deslumbrante de Elisa (Wendy Hiller) llamando la atención de los concurrentes por la finura de sus modales. La educación la había cambiado en un proceso irreversible.
El film está basado en la novela de George Bernard Shaw, quien aceptó participar en el guión de la película siempre y cuando mantuvieran los motivos que inspiraron el texto escrito: hacer una sátira del esnobismo de la alta sociedad, adentrarse en los influjos más o menos bienhechores de la educación y, por sobretodo, alejarse de un final sentimentaloide, pero las manos del mercado pesaron más. ¿El resultado?: la ambigua relación sentimental de Elisa con su maestro desembocando en un final incomprensible. El mismo Shaw tuvo que lidiar con los editores de la época para que su novela fuera publicada íntegramente.
El film carecía del punto revelador de la fe ciega que depositan los seres al bienestar imaginado. En mis años de universidad un grupo de compañeros elaboraron un interesante estudio de las clases sociales de Antofagasta y el alto grado de solidaridad predominante en los sectores más pobres en contraste con los más ricos, carentes de almacenes populares y con una junta de vecinos como un lunar solitario en medio de las opulentas mansiones. A propósito del debate en Concepción de las precandidatas presidenciales para ratificar que los abismos de la distribución de la riqueza en Chile era superable con una mayor inyección de recursos a la educación.Algunas luces de todas estas ideas esperaba encontrar en la cinta de diálogos memorables, pero con un desenlace poco claro, porque desde un comienzo no se perfilaba como un drama sentimental, como sí ocurrió con la melosa versión musicalizada de Mi Bella Dama, pero mucho más coherente en sus propósitos comerciales.

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