4/01/2005

Mensajes en el aire

Un policía corrupto increpa al periodista cómplice porque encontró que se había extralimitado en sus dichos en una nota televisiva. “Es que a esta hora mi abuela acostumbra ver las noticias por televisión”, responde el periodista absorto en los billetes que cuenta uno a uno mientras fuma. Si a esta típica escena gangsteril, agregamos la rutilante atmósfera que rodea la industria del cine de los años 30, más la personalidad excéntrica de un empresario obsesivo, sólo podía salir de Scorsese El Aviador.
Generalmente el cine ha valorado las huellas que dejaron en la historia novelistas, pintores y otros artistas, pero esta vez las cámaras rescataron la vida de Howard Hughes, un exitoso empresario que da rienda suelta a su pasión por los aviones retratándolos él mismo con su filmadora, además de quebrantar con la irrupción de una nueva línea aérea la hegemonía que ostentaba en ese entonces Pan Am.
Se trata de un film sin errores de orden técnico, pero carente de sobresaltos en la diégesis que dejen para la posteridad un recuerdo vívido de parte del guión o una escena artísticamente singular. Porque al fin y al cabo Martín Scorsese se militó a resucitar la vida correcta de un hombre que luchó contra el soborno de un senador y el monopolio de una industria en expansión.
Al ingenio en la constante búsqueda por mejorar su negocio y encontrar el punto ideal de una obra de arte que conmoviera las masas, se contrapone la personalidad contradictoria que abarca la segunda parte de la película. Los colores se atenúan, la asepsia del desierto da paso a las profundidades oscuras del verde bosque como escenarios suficientes para extrapolarnos hacia la obsesiva intención por librarse de los gérmenes y las enfermedades que lo circundan, un rasgo común en las personas en extremo perfeccionistas.
Si Ángeles del Infierno, la ópera prima de Hughes, pasó en la historia del cine sin pena ni gloria, no fue el caso para las diferentes relaciones sentimentales que sostuvo con Jean Harlow, Ginger Rogers, Katharine Hepburn o Ava Gadner. Destacable actuación de Cate Blanchet en la personificación de la Hepburn, con la salvedad que el director da por todos conocidos quiénes fueron estas luminarias al nombrarlas sólo por sus nombres de pila. Craso error.La frase dejada para el final “el camino del futuro” nos retrotraen al “Rosebud” de Ciudadano Kane como hilo conductor de un hombre devorado por la fiebre productiva de Estados Unidos al comenzar el siglo 20. Sin alcanzar la propiedad que ha dado el tiempo a La Lista de Schindler, El Aviador logró planear con decoro en un día despejado sobre los campos de la corrupción.

1 comentario:

Percy dijo...

oye poh.
espera al menos que el comentario salga en el diario...