12/03/2004

Inocencias perdidas

El exceso de sentimentalismo deja una sensación tan decepcionante como la mirada fija en la miseria sin remedio. Pese a que el director Pedro Almodóvar intente conseguir su tercera presea en los Oscar 2005 con el film La Mala Educación, esta obra deja traslucir mucho de sus obsesiones personales sin alcanzar el grado de empatía de otras realizaciones suyas como La Ley del Deseo.
Es una historia estructurada en forma similar a una muñeca rusa. Por un lado está la trama real, por otra la parte narrada que recorre casi toda la película y la mirada crítica hacia el pasado de mayor consistencia.
En Madrid de los ochenta se vuelven a encontrar después de 16 años un par de amigos que, en su juventud, experimentaron una aventura homoerótica. Uno es director de cine, el otro un aspirante a actor que en el transcurso de la cinta va develando la sordidez de su conducta por alcanzar fama y dinero valiéndose de una cuidadosa y preparada intriga de muerte y bajezas sin escrúpulos.
Es imposible comparar a un Gael García como el travesti Zahara entonando canciones de Sara Montiel, tal como lo hizo Miguel Bosé en Tacones Lejanos interpretando temas de Luz Casal. Tema recurrente del director es destacar personajes retorcidos e imperfectos que habitan en una atmósfera asfixiante de sexo, drogas y lupanares deprimentes. Otra película, El Juego de las Lágrimas, alcanza de mejor forma el entramado círculo del amor fatal.
La traición se conjuga con una crítica a la Iglesia en uno de los pasajes mejor logrados, aunque se acode en la tesis poco clara que el abuso sexual infantil es causa determinante de la transformación de Ignacio en un travesti drogadicto y manipulador. La escena en ralenti del baño en la alberca con una banda sonora impecable impele a la inocencia infantil que luego será violentamente usurpada en el colegio San Juan.Con este film Almodóvar intenta sacar ronchas en el tema de la pedofilia, pero los personajes denotan esa mancha deprimente que deja la ropa sucia impregnada a cigarrillo y alcohol encima de una cama deshecha. Con la cinta Ciudad de Dios, que aborda igualmente la miseria, la pobreza y la delincuencia en las barriadas de Brasil, hay una estela de luz que lanza el final hacia el principio refrescando toda la película. Tal vez el mayor logro del español director sea develar que los valores altruistas están muy por debajo de la sed humana de devorarse unos a otros.

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