12/24/2004

El vacío de 50 años

La cámara del director brasileño Walter Salles nos invita a un Buenos Aires del 4 de enero de 1952. Ernesto Guevara y su amigo Alberto Granada se aprontan a comenzar un viaje de aventura sin saber que sería el comienzo de una historia que los inmortalizaría en la conciencia colectiva de Latinoamérica y el mundo.
Salles se basó en el diario íntimo del líder revolucionario para narrar en Diarios de Motocicleta el periplo juvenil que llevó a Ernesto Che Guevara a recorrer varios países de América, con la particular sensación beneplácita de mirarnos al ombligo al conocer que Chile formó parte importante en su formación valórica.
En el desierto de Atacama, cuna de otros episodios de índole social y político, el Che renuncia para siempre a su enamorada al entregar el dinero que tenía reservado para un obsequio, a una pareja de pobres trabajadores mineros. Valga la pena nombrar que Gabriela Mistral, como profesora del Liceo de Niñas de Antofagasta en 1911, adopta por primera vez su seudónimo en una publicación de esa ciudad.
Guevara se pasea por Argentina, Chile, Perú y Colombia con una imagen de continente que no se diferencia en mucho de lo que cincuenta años después nos muestra la realidad. De un simple estudiante de medicina, ávido por conocer el mundo, Guevara va alimentando por medio de su sensibilidad una nueva mirada de su entorno, lo que está correctamente interpretado hasta en el sonsonete porteño por Gael García.
Es un relato neutro, lineal, donde se esbozan los conflictos sociales que más tarde harán erupción en furor en casi todo el continente. Un paseo y un despertar en una época donde los ideales podían superar los afanes egoístas de éxito y la comodidad burguesa. Sin embargo, la aureola de este santo devoto no deja de brillar en el esplendor de los paisajes que abarca casi la totalidad del film.
La patagonia argentina, los bosques del sur y el desierto del norte de Chile sumado a los ríos navegables de Perú, hablan por sí solos de la exhuberancia de la tierra en contraste con las desigualdades sociales, la muerte y la enfermedad que abunda en cada comarca. Sin adentrarse en los márgenes pasionales que seguramente Guevara sentía, la cinta se limita a hacer un barrido correcto del pasaje de la vida del personaje.Un film especialmente hecho para quienes gustan de viajar leyendo un libro de Jack Kerouac y dejando los viejos manifiestos de Marx en el fondo de la mochila tal como lo hizo Salles, con la duda cierta de moldear al actor con menos aires de un Quijote y algo más del mítico Ulises que realmente fue.

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