11/23/2006

Pedazos de corazón

No hay rincón de la humanidad donde un acto bestial contra un niño no sea duramente castigado. En las cárceles saben bien de ello. Durante los primeros minutos de “Children of Beslan”, un documental transmitido por Cinemax, aparecen las caras sonrientes de los pequeños de Beslan, la ciudad rusa que acaparó la mirada atónita del mundo el 2004, sin saber lo que les esperaba.
Desde allí un grupo extremista exigió la salida de las tropas rusas de Chechenia. Para tal efecto se atrincheraron en un colegio el día en que apoderados y alumnos festejaban los inicios de la época escolar. Los primeros disparos fueron confundidos con el reventón de globos. Los adultos, conscientes de lo que ocurría, trataron de mantener esta fantasía haciéndoles creer que las bombas que colgaban del techo envueltas en cinta adhesiva eran realmente cámaras grabadoras para un programa de televisión. Encerrados en el gimnasio, faltaba poco para que los encapuchados hicieran notar su furia contenida.
En un comienzo el documental retrata en boca de los niños sobrevivientes su apreciación de lo ocurrido, incólumes en su limbo de ingenuidad. Los pequeños relataron sin un gesto de extrañeza el modo en que se peleaban un vaso de orina cuando la sed se hizo insoportable. Otro señalaba sin requiebros cómo un grupo de amigos, en la huida, se lanzaban a beber de una pileta segundos antes que una bomba cayera en su centro surtidor. Rallando en la descontextualización, no aparecen las razones históricas de las demandas nacionalistas. La voz infantil se impuso para reflotar los gérmenes del odio en cadena, casi al final.
En su orfandad, los niños sólo querían matar a los agresores. Mareados por el duelo, una muchacha dibujaba la escena violenta de sus raptores para quemar infatigable los bocetos una y otra vez. Peor aún, la única frase repetida en la hora que dura el documental fue “no permitiremos que destruyan la escuela”, que es la base donde se reafirma la idea de nación. Una metáfora siniestra que termino con estos versos de Neruda: “Pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos/ pero de cada crimen nacen balas/ que os hallaran un día el sitio/ del corazón”.

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