8/16/2006

¿Coros celestiales?

Un réquiem es un tema musical que se escucha en las iglesias católicas durante una misa fúnebre. En “Réquiem por su sueño” tal melodía no parece ser el bálsamo sereno hacia una mejor vida; todo lo contrario, a medida que avanza la trama se tiene una eterna sensación de ahogo.
Dividida en cuatro partes -que son las cuatro estaciones-, todo comienza en primavera. Harry roba el televisor a su madre para comprar drogas, pero este hecho parece una broma de mal gusto con lo que está por venir. La novia de Harry tendrá que caer en una degradación moral y sexual con tal de proveerse de drogas cada vez más duras. Sara, la madre, sucumbirá a los llamados de sirena de las anfetaminas, no sin antes rendirse a los embrujos de otra droga letal: la televisión.
Pocas veces la miseria humana se ha mostrado sin vergüenzas como en esta producción del director norteamericano Darren Aronofsky. “Trainspotting” tuvo la virtud de mostrar a jóvenes tragados por el ducto de la taza del baño, entre orines, con la salvedad del humor. En Réquiem no hay tiempo para sonrisas. Todo el ritmo, la música envolvente, la pantalla dividida en dos y los primeros planos de las adicciones están encaminados a crear inconformidad en el espectador. Ese ligero escozor que necesariamente tiene que ser canalizado con información constructiva.
En su mejor papel, Ellen Burstyn interpreta a una madre adicta a los concursos de televisión. Creyéndose ganadora de uno de ellos, decide bajar de peso a como de lugar con tal de probarse un vestido de aquellos años mozos. Es increíble como la degradación síquica, primero, da paso a una transformación física degradante. Los sueños empiezan a transformarse en pesadillas a ojos del público.
Juventud, riqueza, amor y felicidad. Los arquetipos de bienestar moderno quedan como estropajos. Nunca he entendido este afán de mostrar la mediocridad por la mediocridad. Este tipo de películas cumple el mismo propósito que la pornografía. Ni siquiera la visita de las amigas de Sara, en la clínica siquiátrica, sirve para insuflar de aires frescos en medio de la perplejidad.
Una madre que quiere ser joven y jóvenes que ignoran qué hacer con sus vidas. El desamparo, la desorientación y la soledad ofrecen un espectáculo desquiciante, sin treguas. No hay atisbos de redención por ningún lado. Es más, algunas de las escenas de consumo de heroína fueron censuradas en nuestro país.
Terminó el “american way of life”, ahora sí que podemos cantar a coro un réquiem para esta cultura de ultratumba.

No hay comentarios.: