3/29/2006

Cuestionada Virilidad

Me pregunto si los padres de mis amigos sintieron alguna vez una fuerte inclinación sexual hacia personas del mismo sexo. Octavio Paz decía en su libro “La llama doble” que “nuestros sentidos no pueden vivir sin aquello que la razón y la moral reprueban”, como si todo cuanto nos rodea no fuera más que castillos de arena levantados en nombre de una vacua religión.
Más abajo dice Paz que el amor es el único remedio contra el Sida y que este mismo sentimiento está condicionado por la trasgresión ya sea contra la familia o la sociedad. Premisas que calzan perfectamente en la relación que tienen dos vaqueros en los llanos salvajes de Wyoming, mientras buscan trabajo en los cálidos días de 1963.
“Brokeback Mountain”, del director Ang Lee, interesa porque trata de dos bisexuales que no tienen un atisbo de amaneramiento. Son vaqueros rudos que escupen tabaco y cabalgan toros, tienen hijos y esposas que mantener. Envueltos repentinamente en una nebulosa romántica, parece que el resto de los mortales sufrieran los estigmas de ser los violentos y los cerrados de mente que llevan una vida absurda basada en limpiar pañales y soportar las caras largas de los suegros.
Es una aventura solitaria que se rompe cada tres o cuatro meses cuando los amantes vuelven a encontrarse a solas a los pies de la gran montaña Brokeback. Es el eterno retorno de “Romeo y Julieta” revestido de otros ropajes, los mismos que han abrigado a feministas y homosexuales en su lucha por la igualdad cívica a contar de la mitad del siglo pasado.
El tema carece de originalidad, ya que el inglés James Ivory realizó hace años otro film de similares características y, a mi gusto, de una complejidad y superior riqueza de ideas: “Maurice”. Pero en Brokeback destaca un despliegue enriquecido por los paisajes, donde la libertad es una sola cosa cuando el hombre está más cerca de la naturaleza sin más murallas que la lona de una vieja carpa.
Asimismo, el relato está firmemente sostenido por sus actores principales: uno retraído y el otro aventurero. Ambos, sin entender las razones de la religión que profesan: la metodista. Ambos reflejando por medio de sus actitudes que la hombría tiene directa relación con la voluntad para defender lo que sienten y piensan, como en la escena donde el suegro de Jack Twist es duramente reprendido por su yerno en medio de una cena familiar.
Tal vez ahí radique su éxito: en reflotar un sentimiento que es común a todos, pero por una vía distinta teniendo las tonadas del folk norteamericano, las botas y los arreos de ovejas como voladeros de luces de una claridad mucho más perdurable.

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