10/27/2005

No estaban muertos...

Diez años tardó Tim Burton para crear y pulir su cuento fílmico “El cadáver de la novia”, ya que la técnica de su predilección, el stop motion, puede tardar hasta tres días en elaborar una toma. Tras la técnica, el tema retomó las letras de una antigua canción del grupo español Mecano titulado “No es serio este cementerio”.
El trío hispano relata en sus melodías cómo se divierten los muertos bajo tierra, claro que con algunas referencias políticas. Algo de eso también se halla en la obra de Burton, al mostrar la algarabía perpetua en que “viven” los muertos de un oscuro pueblo de Inglaterra. Un lugar victoriano de rancio abolengo que vive por y para las apariencias.
Los aristocráticos Everglot, casi en ruinas, desean casar a su hija con el primogénito de un acaudalado comerciante algo menos refinado en sus modales. Es un matrimonio convenido entre los padres, antes que los novios se conozcan. Pero el miedo de los jóvenes pasa a segundo plano cuando se encuentran por accidente y el amor llega casi en forma instantánea.
Pero el día en que debían contraer nupcias, los nervios traicionan a Víctor Van Dort, el sensible comprometido, lo que lleva a suspender el acto hasta que se aprenda de memoria los diálogos que la pompa religiosa obliga. Desalentado, camina por bosques fantasmagóricos recitando una y otra vez sus parlamentos hasta que, por descuido, su anillo queda prendado de una rama que no era otra cosa que las osamentas de la mano de una novia que lo lleva hacia las profundidades de la tierra.
Con una técnica impecable y un tema de exquisito gusto para los amantes de lo gótico y el mito ruso de la novia que muere tras haber sido abandonada en el altar, la marca gringa disneyana, de todas formas, se hace sentir. Aparece el antagonista encarnado en un apuesto personaje interesado en desposarse más con el dinero de los padres que de la hija. Algo parecido a nuestro Pepe Cortisona de las historietas Condorito, además de la figura simpática que atraviesa toda la historia y que es un gusano (la conciencia) que mora en el cráneo de ella.
Con los ingredientes suficientes para asegurar audiencia, Burton se lanzó en un proyecto de largo aliento donde las canciones aparecen con discreción, ambientándose en una época donde las noticias eran gritadas a viva voz y los velos raídos del traje de un fantasma vagan entren la claridad de la luna de un mundo sombrío y el torrente de juerga e igualdad que subyace en los faldeos de la conciencia de los seres.

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