10/12/2005

Ciudad en llamas

Este año el talento latino se hizo sentir con fuerza en la gran nación del norte; primero, con las dotes políticas de Antonio Villaraigosa, al ser elegido como alcalde de Los Ángeles después de 133 años que un descendiente de mexicanos no ostentaba un cargo similar. En el arte cinematográfico, en tanto, el director de origen hispano Robert Rodríguez acaba estrenar con éxito un film sin precedentes: Sin City.
Sin City, o Ciudad del Pecado, se basa en la adaptación a la pantalla grande de las aventuras del comic de Frank Miller. Rodríguez se encarga de retrotraernos a lo mejor del cine negro de la década del cincuenta y por ello casi todo lo que muestra está en blanco y negro. Balaceras hasta decir basta, policías y obispos corruptos, ciudades tomadas por el hampa y la prostitución y, quien lo iba a pensar, tres personajes de voz rasposa que luchan contra todo eso en esa tierra sin Dios ni Ley.
Marv (Mickey Rourke) inicia una feroz persecución contra los asesinos de una mujerzuela sensible con quien pasa una noche. Diwght (Clive Owen) es un policía cansado de vivir en las tinieblas de Sin City que se juega su última carta para impedir el quiebre de la tregua que reina entre el hampa y la policía. Y Hartigan (Bruce Willis), el investigador que inicia una aventura por salvar la vida de la hija de un senador, con una excelente actuación.
Es dable deducir que en el crepúsculo de la civilización occidental preconizada por el pensador norteamericano Francis Fukuyama, presenciemos la recreación artística de ciudades cercadas por seres desamparados, inconformes con la realidad y el lodazal moral que tragan con resignación. Acostumbrados a sentir el peligro que acecha en sus vidas, éste significa poco o nada comparado con esa ínfima causa perdida y último bastión que pueda encender la llama del misterioso sentir humano de justicia y altruismo.
En sus intenciones, Rodríguez no escatima en utilizar recursos en extremo violentos, pero qué importa si en Chile se discute rebajar la responsabilidad penal a los 14 años. Antes de la segunda guerra mundial las grandes urbes eran contadas con los dedos de ambas manos, ya que la mayor parte de la población vivía del campo. Hoy las grandes urbes se cuentan por cientos. Dicen que el arte, y en especial el cine, tienen la virtud de ser espejos del mañana, en un día que Rodríguez extrapola a una tarde bastante desalentadora. Como para que los políticos en campaña vean y ofrezcan una discusión constructiva dejando a un lado sus banales bastones populistas.

No hay comentarios.: