11/05/2004

El caos de un aleteo

Alguna vez oí hablar a uno de esos que van a misa los domingos por las mañanas, de no estar tan seguro si al obrar con corrección recibiría su justa retribución sobre esta misma faz de la tierra. Le inculcaron desde siempre que quienes obran mal, terminan del mismo modo. Yo mismo dudaba de este consejo “de abuelitas”, pero el film El Efecto Mariposa viene a corroborar esta idea.
El “efecto mariposa” no es otra cosa que la llamada Teoría del Caos o de los Fractales de Mandelbrot, tan en boga a partir de los años 70 y que hoy parece expandirse de la física cuántica a las ciencias sociales. Toda acción motivada por los sentimientos tiene su correlato objetivo: el simple aleteo de una mariposa puede provocar una tempestad al otro lado del planeta.
Aprovechando el mismo nombre, los norteamericanos Eric Bress y Mackie Gruber se dieron a la tarea de construir la historia de un niño que padece lagunas mentales y que sólo al llegar a la universidad entenderá que al leer pasajes de un viejo diario de su vida regresará al pasado para cambiar esos episodios olvidados por lo traumático que eran, pero cada cambio que efectúe en la línea ya trazada de su infancia provocará un sinnúmero de efectos a su alrededor, a sus amigos y su familia del presente.
A este punto llegué a pensar ¿qué hubiera pasado de no aceptar un viaje de placer, bastante decisivo en mi vida, hace más de cuatro años?, pero mi interés comenzó a decaer al momento que la trama se convierte en una serie de viajes en el tiempo, de una manera frenética y agotadora, sólo para salvar la vida de una enamorada. ¿Cómo era posible que Evan Treborn (Ashton Kutcher) fuera el único consciente de todo cuanto pasaba? ¿No habría sido mejor “despertar” a más de algunos de los pasajeros de la impostada realidad como ocurre en Mátrix?
Los parlamentos son insuficientes, tanto como la actuación de Kutcher. Existe un pasaje de la historia desaprovechado como es el contacto del hijo con el padre enclaustrado en un manicomio por padecer del mismo tipo de “alucinaciones”. Mientras que el desenlace se despeña en un si sentido al punto de llegar a afirmar que el joven tiene el poder ya no sólo de trasportarse leyendo pasajes de su diario, sino que también observando por televisión videos familiares de hace veinte años.El buen comienzo de un film que, tal como señala el nombre que lo origina, se vuelve un caos que sólo vuelve a encontrar la otra orilla de la cuerda al final. No obstante, da para pensar en aquellos segundos que se convierten en oportunidades para girar en varios grados el sentido total de la existencia.

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