12/05/2007

Olas Salvajes

La vi en un soporífero viaje en bus y, casi sin darme cuenta, fue atrapando mi interés dejándome ese sabor de haber acortado el viaje invirtiendo el tiempo en algo entretenido. Se trata de olas, pues ahora llega el verano iquiqueño, se trata de surf, con más de algún campeonato atrayendo a los mejores de esta disciplina del país, pero se trata de amor también.
Hacía tiempo que no veía una versión de la Cenicienta remasterizada. Un trío de jovencitas llegan hasta las cálidas playas de Hawaii, con el fin que una de ellas participe en una competencia de surf en un lugar donde las olas pueden alcanzar fácilmente los seis metros de altura. Para ello se convierten en camareras, lo que les permite mantenerse mientras dure el entrenamiento.
Sin embargo, toda la confianza y esfuerzos invertidos en la joven se ven repentinamente amenazados cuando la deportista se enamora de un principiante del surf, con mucho dinero. Los jacuzis la deslumbran, así como las fiestas al calor de una hoguera, cocos y piñas coladas. Sus hermanas, por cierto, resienten este alejamiento.
Las imágenes paradisíacas de la isla, sumadas a arriesgadas maniobras de cámara, ubican al espectador debajo de las olas en travellings perfectos, como una clara invitación a sacarse esos gruesos abrigos de lana y meterse al agua a como de lugar.
“Olas salvajes”, del director John Stockwell, recrean esa vieja aspiración ya casi extinta, creo, de casarse con el hombre más adinerado y apuesto del lugar, con una buena dosis de esfuerzo propio. El film peca de escarbar con escaso interés en esta tribu urbana bastante característica en esta ciudad. La de surfistas buenos para amanecerse, practicantes de una vida sana y relajada, lejos de las parrandas de alcohol de otras agrupaciones juveniles.
A ratos recuerda la zanbullidas en “Azul profundo”, de Luc Besson, ambas con protagonistas de carisma sereno, como si el nerviosismo de las olas ayudaran a aquietar las aguas internas de las pasiones. “Olas salvajes” entretiene y más para los iquiqueños amantes del mar, porque alienta una actividad deportiva que no hay que dejar decaer, como ocurrió con la caza submarina.
Si no entiende cómo se gana en una competencia de surf, tiene que ver este film con una buena piña colada en la mano y un traje de baño por si le dan ganas de meterse en Cavancha con bloqueador solar.

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