3/20/2007

Oportunidades

La primera impresión que sentí al ver los primeros minutos de “En busca de la felicidad”, del realizador italiano Gabrielle Muccino, fue volver a ese tipo de cine italiano de la post guerra llamado neorrealismo, pero, al final se trató sólo de un buen engaño.
Muchas privaciones, ratos de hambre, correrías contra el tiempo, gritos por ganar un lugar en las hospederías del ayuntamiento pero con un final que justifica pasar todo eso como si fuera un bautismo para alcanzar el “american way of life”. Es la vida real de Chris Gardner, algo parecido a nuestro Luis Martínez, alias el conejo, que amasó una fortuna en Nueva York vendiendo maníes.
La cámara no tiene otro fin que fijarse en la ansiedad de un padre (Will Smith) por mantener a flote el lazo de cordura que lo une al amor de su pequeño hijo, después que su esposa lo abandonara debido a las deudas contraídas con el arriendo de la casa y los impuestos. El resto de los personajes no son determinantes en esta lucha solitaria de verlo correr entre las calles atestadas de gente, que es otro tipo de selva para el negro actor norteamericano.
Sin alcanzar la hazaña contemporánea que hace un padre por quedarse con su hijo, como en “Kramer versos Kramer”, o el esfuerzo intestino de alcanzar los peldaños de un mejor pasar por medio del estudio y el trabajo abnegado, como en “Karakter”, el film convence porque tiene sentimiento. A pesar de estar ambientada en 1981, aborda el flagelo de la cesantía recreando las promesas incumplidas de un Thomas Jefferson, al redactar la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, sin especificar los caminos que llevan a alcanzar el sutil derecho a ser felices.
Muccino volvió a subrayar con el lápiz de su cámara sobre un tema manido, agotador, con diálogos pobres, actuaciones sobresalientes en unos casos y, en otros, con personajes que no alcanzan a moldear la sensación del desarraigo social con menos fatalismo. Excepto el niño (hijo natural de Will Smith) y la escena del metro que hizo recordar a “La vida es bella”.
Sólo resuenan los cánticos del coro de los “homeless”, como la antesala de una nación conservadora donde todo se puede lograr. Una film que es un aliento de esperanza para los cesantes del mundo, desaprovechando la oportunidad de abrir los ojos en las penumbras de la responsabilidad que compete a la sociedad con la dignidad humana que entrega el trabajo.

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