3/08/2007

Fuente de juventud

Crear mundos inexistentes es una tarea donde la ruleta está más inclinada al fracaso que al éxito. Pero para quien ha leído literatura fantástica y haber visto casi todo en cine futurista, resultará fácil imaginar algo original sobre lo que ya idearon otros. Guillermo del Toro, director de “El laberinto del fauno”, encaja con esta última afirmación.
Del Toro de seguro debió leer “El diario de Ana Frank” y “Alicia en el país de las maravillas”. También debió extasiarse con “El gran pez”, porque el personaje principal de su reciente creación tiene un poco de todo ello. En resumen, Ofelia es una niña que llega a un cuartel en los últimos días de la guerra civil española, en 1944. Viene junto a su madre embarazada a visitar su padrastro, un militar violento encomendado para eliminar guerrilleros de las montañas.
En medio de ese ambiente de desesperación, Ofelia se evade leyendo libros de aventuras hasta que descubre un laberinto y unas pequeñas criaturas capaces de transformarse en hadas y, por fin, da con la figura terrorífica de un viejo fauno quien debe cumplir la misión de encarnar en la niña el mito de una princesa perdida hace miles de años cuando traspasó la frontera hacia el mundo “real”.
Hasta acá vemos una trama consabida, pero dicho con otras palabras y con algunas pinceladas de originalidad. Los personajes son buenos o malos; no hay términos medios. Excepto Mercedes, el personaje más complejo y que debiera ser el puente entre la realidad y la fantasía, pero que termina por aliarse al bando de los mortales con una actuación que ralla entre la perversidad que siente por los militares (el astuto Capitán Vidal reconoce esta sagacidad cuando le dice “usted ha descubierto mi punto débil: la soberbia”) y una sensibilidad a toda prueba por los perseguidos.
Ofelia, en las puertas de la pubertad, debe batírselas sola. Enfrentada a la desolación vergonzosa de los mayores, prefiere seguir a ciegas la promesa quimérica de un ser monstruoso. En medio de toda esa fealdad, hay joyas imperecederas que usted deberá descubrir. Para mí, por lejos, la infinita capacidad de soñar que queda atrapada en la malla de la niñez al pasar a la adultez y que sólo algunos elegidos, como Mercedes, jamás dejarán la perderán.

No hay comentarios.: