5/24/2006

¿Nada nuevo bajo el sol?

Un grupo de niños logra salir ileso de un accidente aéreo. Son de una escuela militar y llegan a una isla sin otra presencia humana que la de ellos mismos. Ralph es el encargado de liderar y mantener el orden, pero otro de los muchachos, Jack, un ex convicto, comienza a urdir un plan para tomar el control de todo a costa de cobrarse algunas vidas.
El film de Harry Hook está basado en el libro del laureado nobel inglés William Golding, titulado “El señor de las moscas”. Hubo otra versión llevada al cine. Ambas coinciden en una cosa: la idea superó los medios técnicos para representarla quedando muy por debajo de la novela en sus logros estilísticos.
Y es que la trama no es fácil. Golding es un pesimista por excelencia manifestando por ello la precaria condición humana hacia la maldad, el engaño y la extrema violencia. Como son niños que bordean los trece años, no queda claro si este olfato natural por lo perverso es una simple imitación al mundo de los adultos o una situación que emana de una connatural bestialidad desde el nacimiento.
Resulta impactante ver como los niños elucubran tretas para reducir al bando contrario hasta crear mecanismos mortales de defensa. Una defensa que es ciega y que se mantiene intacta a través de la manipulación del miedo y la ignorancia. Es el correlato de Caín y Abel o de Atenas y Esparta. El apego a la fuerza o al amor. Una apología al nacimiento de las sociedades basadas en la fraternidad o el odio.
La cinta adopta personajes claramente identificables: Piggy y la sensatez encarnada en un niño obeso; Ralph, en defensa de la democracia con una simple caracola; Simón, que es la luz del conocimiento; Jack, el malvado, y la mayoría que se escuda en la violencia para enfrentar sus miedos sin razón. Todos en un comienzo temen al “señor de las moscas” que es una macabra jugarreta infantil usada para espantar al monstruo que habita en las cavernas.
Hay quienes se inclinan por el orden y el respeto, pero son reducidos por quienes optan por pulir armas y aniquilar un jabalí por el mero gusto de matar, antes que mejorar las viviendas. Con algunos toques tangenciales a la guerra fría (se nombra el temor a que los rusos separen los hijos de los padres), Hook no logra que la hora y media adquiera un ritmo atrayente. Demasiado pedagógico para algunos, pero sin lugar a dudas una obra que vale arrendar en momentos que las noticias nos vapulean con armas, con estudiantes, sangre y destrucción. Pareciera que nada nuevo hay bajo el sol, no obstante ser una apariencia de algo más profundo.

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