9/03/2004

Convertido ya en un personaje que hará historia en la animación, desde que hace diez años Hormiguitaz debutara en estas lides, Shrek II llega nuevamente a las pantallas de los cines con el decoro que impone su nueva vida de casado.
De regreso de su luna de miel, es hora que Shrek conozca a sus suegros: los reyes del Lugar Muy Lejano apareciendo en escena una cizañera Hada Madrina y su hijo, el Príncipe Encantador, quien estaba destinado en sus orígenes a desposar a Fiona. En su intento por revertir el destino de su hija, el rey Harold pactará con la hada a fin de eliminar a su yerno.
Feo como ninguno, Shrek demuestra que la belleza física no es requisito esencial para asegurar la felicidad. Mientras que todo el film es una apología a un síntoma de cansancio que muestra el mundo y dice relación con la deslumbrante vida que muestra la gran ciudad, en desmedro de la simpleza que reviste un pasar menos rimbombante en una humilde choza ubicada en medio de un pantano y con amigos realmente leales. La misma disyuntiva (pueblo/ciudad) se muestra con todo su brillo en El Señor de los Anillos, como indicios claros del desgaste de todo lo que huela a artificial.
El mismo Príncipe Encantador es el típico metrosexual moderno que usa lápiz labial en la fiesta que ofrece la realeza al pueblo. Este afán de desmitificar ídolos llevó a Dreamworks encontrar tantos adeptos, ridiculizando los cuentos de hadas edulcorados por la fórmula Disney. Sin embargo, esta segunda parte saca menos sonrisas que la primera, debido a diálogos menos hilarantes y con Fiona despojada de todo su encanto atrevido consintiendo en todo lo que ordenan padres y marido.
Hay pasajes memorables, como cuando la pareja llega al reino atravesando una avenida semejante a Beverly Hills, donde se encuentran las mansiones de luminarias como Cenicienta o Blancanieves. O como cuando, consciente de la escena más dramática de toda la película, el Gato con Botas se advierte a si mismo que no llorará.Lo interesante de la trama es develar la belleza que existe en la fealdad de los estereotipos de la vida moderna. El director español Pedro Almodóvar utiliza en sus producciones este recurso con personajes encarnados en actrices físicamente imperfectas como Rossie de Palma. Con Shrek II nos acercamos a un cuento aceptable, pero desprovisto del encanto sorpresivo que nos trajo en un comienzo. Tal vez el mayor acierto se halla en los temas musicales tomados del pop de los ochenta. Esperemos que este tipo de animaciones, aún en pañales, entregue trabajos más acabados.

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