7/19/2007

Renovada fantasía

Pasa en las reuniones de quienes pasaron la treintena, con un par de vasos de cerveza en el cuerpo, al llegar la hora de hacer un recuento de los dibujos animados que entretenían los albores de la década de los ochenta.
Quién no ha corrido por las calles y jardines soñando con ser tal o cual superhéroe, disputándose el papel del malo, del bueno o de la heroína de largas piernas. Luego crecimos para que Dorfman y Mattelart nos develaran la realidad que guardaban los comics con el libro “Para leer al pato Donald”. Pero qué le vamos a hacer. Ya estamos condicionados por la cultura conservadora y consumista de Norteamérica. Desde ese punto de vista, “Los 4 fantásticos y surfer silver”, de Tim Story, cumple a cabalidad con su acometido.
Su argumento no resiste mayor análisis. Sólo entretener a los más pequeños y devolver a la memoria aquellos primeros bocetos de revista que dan vida a estos personajes a mediados de los sesenta. Para las nuevas generaciones, aquellas nacidas después de los ochenta, vaya un resumen de este contenido.
Son cuatro personajes víctimas de un experimento que adquieren las propiedades de algunos elementos terrestres: uno adquiere la fisonomía de una roca, otro del fuego, está el hombre elástico y la única mujer que puede hacerse invisible. En la versión de Story, utiliza la receta consabida de ubicar por un lado a estos héroes, a punto de contraer matrimonio dos de ellos. En el lado opuesto del ring está un ser venido de otro planeta, lazarillo de una fuerza descomunal intergaláctica que va de planeta en planeta absorviendo su energía vital. Salvo por una cosa.
Para salvar la tierra deben aliarse con su sempiterno enemigo, el Dr. Doom. El bien y el mal tras el mismo fin y tal parece que promete una pronta entrega, ya que al final no se sabe qué ocurre con este oscuro personaje. Los cuatro fantásticos cumplen sus papeles a cabalidad: el bonachón gordo, la bella indiferente, el científico hermético, y el donjuanesco galán (Chris Evans, elegido el mejor cuerpo del año). Todos, con la fisonomía casi idéntica a lo que presentaban los personajes de la pantalla, algo imposible para esa época en que la moda imponía siluetas más robustas. Ya hemos alcanzado ese ideal.
Lo único que parece no variar, es la dualidad griega eterna entre el bien y el mal. Y cuando se acaben los malos, encontrar entre los buenos el menos bueno para declararle la guerra. La novedad parece estar en las acrobacias de esta nueva era digital aunque, a estas alturas, ni tanto.

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