7/12/2007

Dinero Fácil

Quien no haya visto las dos secuelas anteriores del film de Steven Soderbergh, “Ahora son 13” (Ocean’s Thirteen) quedará un tanto decepcionado con esta nueva entrega. Y esta decepción vendrá de la mano de un grupo de hampones de alto vuelo que asumen desde el comienzo el destino fatal de sus vidas: la de pasar los días usufructuándose del engaño, el desfalco y las inteligencia a favor del negocio sucio.
Quizás la imagen más latente de este absurdo se halla en el destino de una buena cantidad de dinero (por venganza) a una escuela de beneficencia. Al engañado (Andy García) no le queda otra cosa que salir en televisión para mostrar una imagen en extremo desinteresada de este loable acto, y que es la borra de su impotencia frente al engaño.
Bailando entre el humor y la aventura, este film no es nada más que una mentira envuelta en papel de celofán. Buenos encuadres, cuidada fotografía, un elenco de primer nivel que no llegan a crear personajes del todo convincentes, a excepción de Al Pacino, y una banda sonora impecable. Sin embargo, el guión, así como su contenido, es una nuez con una piedrecilla en su interior que no deja de hacer ruido.
Queda la sensación que la trama fue alargada de forma innecesaria, debido a que desde el comienzo la seguidilla de aventuras podrían haber seguido otro cauce, pero se desborda en una serie de actos, algunos de ellos, que rallan en el realismo mágico al aparecer pócimas de amor irresistiblemente seductoras. Si hay que buscar influencias en esta versión, no pasarían más allá del corte de “Batman” o “Los Dukes de Hazzard”.
Será la delicia para los amantes de los juegos de saloon, salpicados con algo de fina ironía. La ironía de la venganza, desde que Willy Bank (Al Pacino) se atreve a obligar con violencia a otro rey de la estafa, Ruben Tishkoff, a entregar un casino de juegos y los diamantes más valiosos que hay en el mundo. ¿El resto?, ya lo puede imaginar: el plan maquiavélico para revertir esta situación por medio de la astucia y la extorsión.
En esta batalla campaña campal de rufianes sin escrúpulos, destaca la figura a veces fría, a veces sensual de una madura Ellen Barkin, que en la trama parece un juguete que se deja llevar por la marea de los negocios fallidos, pero que en la interpretación logra mantener a resguardo los intereses del film: divertir de forma somera en lo que promete ser la última entrega de esta elegía a las apariencias.

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