9/12/2006

Ley de Darwin


Así como la literatura se ha encargado de graficar a los rusos con un vaso de vodka, los norteamericanos llevan el arma en la mano como un apéndice de su propio cuerpo. Clint Eastwood se prestó para estigmatizar al macho bueno para tomar y manejar la escopeta pero ahora, ya octogenario, busca resarcirse de estos pecados buscando las verdades que encierra su entorno cultural.
Ocurrió con “Million Dollar Baby” y con “Mystic River” –no hay modo de citarlas en español- con seres complejos impelidos a subsistir en el medio en que caminan aplicando a sus vidas la ley darwiniana del más fuerte.
“Mystic River” se basa en la relación de tres amigos de la infancia. Uno atrapado por su pasado, el ser víctima de dos pedófilos que lo mantuvieron secuestrado por cuatro días. Otro que vive esperando por que el futuro restituya la confianza de su esposa embarazada, y el tercero preso de un sentimiento de revancha al ser asesinada su hija de 18 años. Tres amigos de características sicológicas tan disímiles que se vuelven a encontrar cuando todas las sospechas de la muerte de la joven recaen en uno de ellos.
La trama policial deviene en las esferas de lo sicológico y, casi, terrorífico. Hasta las esposas aparentemente inofensivas justifican actos de injusticia, muerte, odio y revancha sin siquiera fruncir el ceño. Rara escena donde el desfile grotesco de las milicias infantiles sirve de trasfondo para estampar el patético sometimiento de los que pierden y los vítores simplistas de los que triunfan.
Pero no todo es tiroteo a mansalva. Eastwood se encarga de poner en manos de la corazonada esas extrañas razones de una cultura traumatizada por la violencia. Está la escena del dueño de la licorería que presiente la verdadera autoría del asaltante. O las sospechas que despierta en el policía negro la participación de Dave en el asesinato de la joven. Y más aún, en la mirada de Katie antes de salir de casa, en un gesto que su padre recibió como las palabras certeras del último adiós.
Jimmy tuvo que volver a los inicios de su rapto para superar el trauma. Fue un segundo viaje en auto, ahora con los matones del barrio que lo buscaban amistosamente en son de venganza, para entregarse apaciblemente a ese llamado místico de acabar con sus tribulaciones. En un pueblo pequeño que es la radiografía calcada de lo que ocurre a nivel país, cuando se despiertan los sentidos ante el peligro viniendo a torrentes. Extraño film de Eastwood en una sombría y perpleja autocrítica a la insensatez.

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