11/17/2005

País Inventado

Daniel, un profesional alemán que está en Iquique para estudiar nuestros moluscos, me decía que en su país la mayor preocupación del gobierno era el creciente número de cesantes producto, en parte, de la absorción de los trabajadores que venían de la RDA, luego de la unión de 1989 con la caída del Muro de Berlín.
“No es cierto eso del peligro de una Alemania fuerte”, respondía poniéndose algo molesto comparando la Alemania hitleriana con nuestro reciente pasado dictatorial. Para calmar los ánimos pedí que me mostrara fotos en donde aparece junto a su hermana y su madre. Una ejemplar ligazón teutona, me dije, que bien podría ser la copia fiel de Alex, el protagonista de “Good Bye Lenin”, film dirigido por Wolfgang Becker.
En momentos en que todos hablan de corregir el sistema, el film se inmiscuye en esta controversia con una mirada retrospectiva de lo que fue el acto más simbólico de la caída del comunismo. Sin recaer en la retórica política, el film se centra en una historia filial del hijo con la madre, tal como acontece con la película de Denys Arcand “Invasiones Bárbaras”.
La madre de Alex, una socialista a ultranza que vive en la RDA, sufre un desmayo al ver que su hijo es apresado en una manifestación callejera. Ella entra en un estado de coma que dura ocho meses, tiempo en el cual la Alemania vuelve a ser una. Para no alterar los ánimos que puedan ocasionar problemas en su salud, Alex intenta por todos los medios de ocultar la verdad buscando en los tarros de basura los frascos vacíos de los productos fuera de circulación.
El amor familiar se conjuga con lo erótico, cuando se percata de las nuevas tendencias de la moda que hacen descubrir las piernas de las enfermeras. Es así como se enamora de una inmigrante rusa, quien lo acompaña en una y otra ocurrencia como las grabaciones del noticiero hechas por él mismo con datos trucados.
¿Cuánto duele la verdad? ¿Es preferible vivir en el nimbo de la fantasía?, éstas son preguntas respondidas en “Ojos Bien Cerrados”, del director chileno afincado en España, Alejandro Amenábar. En “Good Bye Lenin” no importa la verdad, ya que nadie es capaz de contestarlas en estos momentos, al no existir una alternativa de modelo que lo sustente. Alejándose de la arenga política a regañadientes, en la cinta sólo aparece un viejo vecino reclamando por las condiciones defectuosas que lo dejó el nuevo sistema provisional.
Es el fin de una historia que planea junto al busto de Lenin desde un helicóptero y el nacimiento del afecto real hacia la mujer y el reencuentro con el padre ausente, consumista por excelencia, con un real sentimiento de conmiseración.

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