2/04/2005

Conflictos privados

Llegan las altas temperaturas del verano y familias completas, incluyendo tías y abuelas, preparan sus maletas para abandonar la gran ciudad aprovechando las vacaciones. Playas y campos, premunidos de carpas y sólo lo esencial -uno puede vivir con tan poco-, son los lugares predilectos para compartir durante semanas. Esta costumbre, que parecía tan chilena, es adoptada por Jay Roach en “Los Fockers: la familia de mi esposo”.
Es la ocasión de comunicar la fecha del casamiento y nada mejor que reunir a los padres de él (Ben Stiller) y ella (Teri Polo) en una rústica casona de Florida. El eje de esta comedia estará centrada en el marcado antagonismo de los suegros y los esperados acontecimientos reciclados para crear sonrisas. Salvo por la fuerza de sus interpretaciones, hasta un niño de nueve años sería capaz de predecir el final a los quince minutos de haber comenzado la película.
Hace años que Barbra Streisand no aparecía en la gran pantalla. Ella interpreta a la madre del novio, una mujer liberal que, orientándose en sus conocimientos tántricos, se dedica a renovar la vida sexual de los ancianos. Lo que más llama la atención desde el comienzo es la forma en que se enfrentarán dos grandes del cine como son Dustin Hoffman y Robert De Niro, en sus facetas de comediantes. Hasta Stiller sobresale dejando de lado sus típicos aspavientos de circo. Resultado de ello: las apabulladas apariciones de la novia y su madre lo que devela la escasa pasta que tienen para la actuación.
La trama, por suerte, deja de lado la vulgaridad recurrente en la comedia del cine gringo y pasa a retratar mediante estereotipos la fragmentada población norteamericana. Por un lado tenemos a una familia ultra conservadora, aséptica, confiada a los avances de la sicología y las nuevas tecnologías. En el lado opuesto están quienes viven de la abundancia de las emociones y el contacto físico. Aparece también la exhuberancia latina y el policía abusivo.
Si consideramos que es un film hecho para reír, cumple su finalidad a medias tintas trabajando el acontecimiento del hijo ilegítimo con demasiada seriedad. Casamiento Griego, con su tono solemne y similar temática, es una de esas rarezas cuya risa se convierte en un espacio para tomar aire en la expectativa de no perdernos una narración envolvente.Nada mejor que apagar la tele y retomar esa vieja costumbre de viajar en familia para escuchar experiencias con fantasmas y resolver conflictos mantenidos bajo la alfombra hasta que alguien salga con el chiste después de las cervezas y en medio de una amena fogata.

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