9/12/2007

Golpe a la digestión

Nada mejor para estas Fiestas Patrias que servirse una malta con huevo, un trago nacional que, como la película del mismo nombre, innova, combina distintos elementos, tiene buen sabor, pero al final de todo obliga a correr al primer baño para devolver todo lo consumido.
Con “Malta con huevo”, Cristóbal Valderrama debuta en el cine con más aciertos que fracasos. Es la historia simple de un muchacho vividor de quien no se sabe a ciencia cierta de qué sobrevive. Anda en una citroneta amarilla, la que utiliza hasta de dormitorio cada vez que lo echan de las pensiones, con meses de deudas. Hasta que encuentra a un amigo de la época en que eran liceanos. Cree “envolverlo” para irse a vivir juntos y, de esta forma, alivianar en parte la carga de pagar el alquiler.
Hasta que un día despierta y se da cuenta que han pasado veinte días, con todo ese tiempo sin saber realmente qué pasó. Cree que se está volviendo loco y busca en vano orientación en su amigo hiper ordenado, ultra peinado, yerno ideal para cualquier madre chilena. Hasta acá la primera parte del film, con secuencias fantásticas y de suspense de buen nivel. Es aquí mismo donde cobra vida la narración en off del amigo ordenado y a desentrañarse las verdaderas razones por las cuales su amigo estaba volviéndose loco.
El más tranquilo de los inquilinos era un químico frustrado con ímpetus de asesino. No halló nada mejor que urdir la trama para encontrar a su víctima, un tipo a quien nadie echaría de menos por ser un estorbo para la sociedad. Acá está lo más raro de la realización con un humor negro, pero de un negro combinado con el rojo del gore, que retrata lo desquiciada que está la sociedad chilena. Alberto Fuguet, el productor, se especializa en acentuar estos rasgos patológicos.
Están los motivos que mueven al químico para asesinar, como el resabio violento de una época marcada por asesinatos con impunidad. Está el pasaje donde el vividor entra a la habitación en medio de una fiesta para intentar violar a una mujer alcoholizada. Una oda al alcoholismo, donde la mujer no queda bien parada y menos los hombres tratados como tarados y desequilibrados. Un retrato bastante deprimente de quienes somos, claro que con humor, un final fuera de lugar, para asumir con audacia toda la miseria “chilensis”. Felices Fiestas.

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