4/19/2006

La marca de la ira

Quien no ha sentido esa extraña energía que brota de los intestinos para cobrarse un profundo afán de justicia. Dicen que la venganza se sirve en plato frío y con uve en mayúscula. Claro que cuando es un extremista quien se toma estas armas, y más encima adquiere ribetes de héroe, las líneas de la sensatez se difuminan.
Porque con “V de venganza”, dirigida por James Mc Teigue, las disculpas por los alcances con cualquier hecho real, parecen palabras proferidas con una mueca sarcástica. Estamos en el 2020. Estados Unidos ha dejado de ser potencia y el Reino Unido está gobernado por un régimen fascista, donde el gran canciller marea a las masas con sus monsergas emitidas por televisión. Y no sólo eso, sino que existe también un estado policíaco encargado de reprimir las diferencias sexuales o de disidencia política con el gobierno.
Con estos datos, la trama parece un hecho arriesgado si consideramos que Estados Unidos atraviesa actualmente uno de los momentos más pesimistas con el actuar de sus dirigentes. En este llamado a encontrar respuestas frente a un complejo mapa en el orden internacional, aparece este audaz caudillo de antifaz -así como el fantasma de la ópera- a fin de arrogarse el derecho a vengarse después de las quemaduras sufridas en un experimento biológico irresponsable, del cual se libró caminando con parsimonia en medio de las llamas.
Es aquí donde se suma a la causa una menuda joven llamada Evie (Natalie Portman), con el propósito de hacer los días menos amargos al nacimiento de este extraño antihéroe. Es una muchacha marcada por la violencia que conserva, como su compañero de aventuras, el viejo anhelo porque la sociedad recobre la cordura. En la explicación de sus vidas se suceden demasiados flashbacks, pero lo que realmente satura son los diálogos filosóficos que a ratos se tornan exasperantes.
Mezcla de “El Conde de Montecristo” y “Cyrano de Bergerac”, el enigmático señor V reflota ese bajo sentimiento de revancha acompañado de los acordes grandilocuentes de Tchaikovski y Beethoven, mientras se vienen abajo los principales símbolos de la política inglesa como el parlamento. Ni pensar siquiera en hacer algo parecido con nuestra Moneda, ni mucho menos poner un personaje de bigotes a lo Chaplin dando mensajes desde un púlpito en cadena nacional de televisión.
V es una excelente película de efectos pirotécnicos, con imágenes poético-religiosas como el bautismo por medio del fuego o el agua; pero más aún, con un mensaje llamado a la defensa ciega en las ideas, pero a un precio que puede resultar demasiado caro.

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